Una conversación con Peričina
NARRADO POR MARTA
-Y para los que no lo sepáis, yo tengo un corazón puro -Peričina saca el dedo índice, y está hablándole a la nada.
-Peričina, ¿qué haces? -pregunto.
-Oh, nada, reflexión final después de unas cuantas cervezas.
La luz del sol ya comienza a filtrarse, a través de las ventanas.
-...me voy a dormir -abre la puerta, cansada.
-Peričina, espera -se detiene- Quiero hacerte unas preguntas.
La joven bufa.
-Siéntate -le insisto, sentándome yo primero en la cocina, dando palmaditas a la mesa.
Se sienta como los señores de sesenta años serbios, pesadamente.
-Buaaafff...
-Peričina. A lo largo de estas semanas, considero que no te hemos dado el reconocimiento ni el sitio que te mereces. Ahora quiero saber tu opinión, ¿puedo escucharte?
-Sí... claro... -se lleva las manos a la nuca, desperezándose, cual turista en la playa.
-¿Consideras que eres excéntrica?
Se inclina hacia delante.
-No. -tiene el pintalabios un poco corrido.
-Peričina. Vas por ahí vestida de serbia en una capital europea. La gente te mira.
-Tú también vas vestida de cosas raras. -se cruza de brazos, observándola de arriba a abajo, con el ceño fruncido- Oh, hoy es del Pirin, ¿no?
-Estamos hablando de ti.
-No soy excéntrica. Para mí, excéntrica es una persona disfuncional. Una persona que no se adapta. Yo cojo el metro y tengo amigos -se encoge de hombros, y enumera -Bebo cerveza, fumo, hago cosas terrenales... me cago en los muertos de alguien si tengo que hacerlo... conduzco...
-Ya, pero entonces no entiendes realmente qué es ser excéntrico.
-Ah -se encoge de hombros, otra vez- Pues eso es ya otra cosa.
-¿Qué opinas de lo que ha pasado con Niña Grande? Dímelo de verdad.
-Pues lo mismo que vosotras. Pero me da bastante pena lo que ha sucedido -desvía la mirada a un lado, buscando las palabras- Somos parecidas, sí. Excéntricas, como tu dices. Quizás no debí haberle pegado tanto y tan fuerte... Aunque no sería la primera persona que le haya pegado, espero poder haber sido la última... -breve silencio- Lo importante es tener iniciativa, y resolver las cosas a la cara, supongo.
-Peričina, ¿puedes sentir el amor?
-¿Qué? -hace una mueca parecida al asco, pues no parece comprender.
-Tú, tú... ¿puedes sentir afecto, ilusión, sensibilidad, dolor?
-Claro, hija, vaya pregunta. De hecho... -se levanta pesadamente, arrastrando la silla- cuando estuve en el instituto, la gente pensaba que yo sólo sabía divertirme y hacer cosas raras. En mi mejor época, cuando me liberé de toda perpetradora y mujer malnacida, pude llegar a subirme a las mesas, gritar y cantar... ¡hasta hacía ruidos de animales! ¿Y sabes qué pasó luego? Que nadie me tomaba en serio. Todos decían que estaba loca, las chicas evitaban juntarse conmigo fuera de clases, o si lo hacían, no me veían como una de ellas, sino como un animalito simpático... -se acerca violenta- ¡Como un ser que no menstrúa! ¿Te lo puedes creer? Como si yo no menstruase... Soy una mujer y me lo hicieron olvidar... ¿Fue culpa mía, o fue lo que se esperaba de mi rol de género? Lamento sonar tan estúpida, pero es lo que he vivido en mis propias carnes.
-Comprendo.
-Las mujeres me apartaron. Me hicieron sentir un chico. Y, y después... Claro, eso es otra, cuando eres extrovertida y excéntrica como tú dices -señala al vacío, hacia atrás, su dedo índice es blanco y decidido, firme -cuando eres así, no eres lo suficientemente atractiva y dócil como para que los hombres quieran follarte, desde su punto de vista, por supuesto...
-Y ahora esto es un mecanismo de defensa.
-¡Ah, no, no! Eso ya pasó. Yo ahora sólo vivo libremente. De hecho, muchas veces, cuando salgo, me gusta atreverme con moda occidental actual. Y me sienta bien, claro, la que vale, vale.
-Ya...
-Exactamente, si lo que me estás preguntando es, que yo, si yo, tengo emociones y soy una chica normal, pues mi respuesta es sí. ¿Eh? ¿Estamos?
Asiento.
-Pero como vosotras os habéis llevado el rol de emocionales y de energía más interna, pues me toca a mí hacer de defensa, de mujer extrovertida, de intermediaria entre vosotras y el mundo. Pero no olvides -se lleva la mano al pecho- Que aquí hay un corazón que late, que siente, que se ilusiona. Y que busca lo mismo que vosotras: Ser querido.
Breve silencio.
Se dirige a la habitación.
Vuelve a señalar el techo con el índice.
-¡Porque yo! Tengo un corazón puro -y cierra de un portazo.
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