-¡¡GHYAAAAAAGGHH!!
Por: Peričina
Sofí, al día siguiente de mis disculpas hacia Su Majestad Niña Grande, se levantó irritada. Estaba callada, y decía cosas como "no, déjalo estar", "sí, todo está bien".
Pues no, no estaba bien. ¡Ja ja ja! No lo estaba.
-¡¡GHYAAAAAAAAAAGHH!!
Derriba todo lo que hay en la mesa, la golpea fuerte, se levanta, y grita:
-¡ESTOY HARTA DE NO PERTENECER! ¡ESTOY HARTA DE QUE NO ME NECESITEN!
Marta y yo nos miramos.
-Tienes que asumir tus responsabilidades, Sofí -dice nuestra cabecilla, preocupada.
-¡No está hecha la miel para el cerdo! ¡Que se jodan! -contradigo, volviendo a desperezarme en la silla, repatingada, leyendo un periódico viejo.
Marta me mira, algo afligida.
-Tú tampoco ayudas.
-Colaboremos -dejo lo que leo, me dirijo hacia ella. Sofí está calladita. -Colaboremos, en serio. Tú le haces de mamá y yo le hago de...
-Satanás, sí.
-¿Qué? ¡No! Yo sólo quiero que le importe tres cojones lo que hagan los otros.
-Y yo que asiente la cabeza, piense con razón y decida qué es lo que le importa tres cojones de verdad, y qué no.
-Sofí -la llamo, con la mirada afilada, y mi buen bracito colocado en el respaldo de la silla, cercana, distendida- ¿Tú quieres que Niña Grande y tú trabajéis juntas fuera del Protectorado? ¿Es eso?
-Sí -responde ella-pero los prefieren en serie. Gente robotizada. Nadie quiere a nadie como yo.
-Eso lo dirá el tiempo -interviene Marta- Pero por supuesto que primero, vas a tener que asumir y pasar el aro. Tienes que fingir ser una más. Eso es lo que debes hacer para ser aceptada por Niña Grande y te escoja antes que a Von Braun o a Rancio. ¿Y tú quieres eso? Trabajarías y entrenarías lo suficiente como para estar donde está el Lusitano, que siempre te quejas?
-Pues... Creo que no... Es que... Niña Grande y el otro protector, el señor Entorchado, son mis más grandes referentes... Pero para acceder a ellos, tengo que, tengo que... No sé si podría.
-¡Entonces que se deje de milongas! -ataco, extendiendo el brazo en señal de revindicación- ¡Que se deje de milongas! ¡Si no lo quiere hacer, que no lo haga! ¡Que les follen!
-Tiene que pensar en su futuro -Marta está seria, seria...
-¿Y cuál es su futuro? ¡Hombre, por favor! ¿Cuál es su futuro? ¿Fingir? ¡Ese esfuerzo le va a gastar mucho tiempo, que le quitará de su verdadera vida! ¡Tendrá un pequeño sentimiento de victoria, y después qué! ¿Nació ella con eso en la mente? ¿Se levanta cada día pensando en eso? Yo creo que hay cosas más importantes...
Sofí me mira, casi sin comprender.
La miro.
-Te quedan aproximadamente sesenta años de vida, o setenta, si todo va bien. Luego te meterán en una caja, a ti y a tus poderes. ¿Vas a dejar perder esa vida buscando aprobación? ¡Anda, la leche, si Niña Grande sabe de lo que eres capaz! Haz lo que te venga en gana y deja que las oportunidades vengan a ti. Llorando y lamentándote no conseguirás nada. Deja que tu filtro sea limpio, y te solicitará gente, más acorde a ti, para trabajar. ¿Capito?
Sofí asiente. Miro a Marta. Parece satisfecha.
-¡Que yo pienso, cojones! -concluyo, defensiva.
"Te creo" -le veo leer a nuestra ama, cruzándose de brazos.
-Luego iremos al centro. A cenar. Hasta entonces, tenéis día libre. -y así cierra la conversación.
-Muchas gracias -voy para el salón, y me tiro en el sofá.
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Por: Marta
Imperturbable. Pacífica. Tan fría que daba miedo. Sus labios rojos, apretados en una pequeña sonrisa, los ojos abiertos, observadores, penetrantes.
Paseaba con sus tacones folklóricos negros, cogidos por una hebillita que cruzaba el dorso de los piececillos.
Iba con los puñillos apretados.
Se ha colocado un puñadito de nuevas flores a un lado de la cabeza, un poquito más grandes y vistosas.
Parece disfrutar del momento.
Pasea junto a un banco del parque de la Vuzrazhdane. Allí, chicos y chicas de su edad, la mayoría chicos, hablan animadamente, sentados. Son sus discípulos. Los Elegidos bajo su mandato y reinado. Niña Grande está de pie, con ellos, riendo estrepitosamente, moviendo los bracillos de aquí para allá.
En su sonrisa hay algo que no es del todo relajado. Siempre fue así.
Sofí se recoge las manitas, agarrándoselas. ¡Viva el vestido Sofiisko! Pensó.
Niña Grande, al verla cruzar, deja de reír, progresivamente. Empalidece. Cada vez que lo hace, los ojos parecen hundírsele sobre ojeras consternadas, ojeras de noches sin dormir.
Los otros chicos parecen no percatarse de nada, que siguen charlando animosamente, con cierto aire pedante.
"¿Por qué me miras así" -pregunta con los ojos.
"Les estás mintiendo..." -responde la jovencita folklórica- "Y ellos a ti. Te quieren por tu fama".
Pasa por el lado, altiva, arrogante, feliz. Aprendió a ser invisible desde hace mucho tiempo.
Total, sus compañeros no compartían su misma raza, ¿de qué servía?
Niña Grande la sigue con la mirada, intranquila. No, esta vez no va a llorar.
Poco a poco, intenta volver a esa conversación con sus discípulos. Saca fuerza, y regresan sus Capas de Cebolla. Sonríe y mueve brazos, se agita y salta, hablando alegremente. Parece retomar la charla con éxito.
Pero, en el fondo, no se quita a Sofí de la cabeza.
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Por: Narrador
¡El día era muy bonito! Las tres paseaban por el boulevard Vitosha, y se veía la montaña, verde, y con el mismo nombre, coronando la calle y la peculiar ciudad de Sófia. El verano se iba notando, las calles eran alegres, las gentes salían y reían más que de costumbre.
-¡Eeeeeeeeeeeeeh, reinonas! ¡Esas son mis perrrrrraaaasss...! -Peričina se coloca en el medio, abrazando a sus compañeras por los hombros. -Deberíais haberme dedicado más tiempo de los escritos a mí, pero bueno, vosotras os lo perdéis. También es que yo llegué más tarde...
-Peričina, pero si sabemos que eres la reina del mambo. -contesta Marta, sonriente. Curiosamente, seguía vistiendo del Pirin, pero llevaba el pelo suelto.
Tres chicas de folklóricas, en medio de una avenida donde sólo abundan los vaqueros, la ropa comercial globalizada.
-¿Y la niñata, dónde está?
-¿Quién?
-La Treceañera.
-Está escribiendo una fanfic de sus nuevos amigos del instituto.
-¿A que no sabéis qué? He estado investigando, y al parecer, ¡hay doce denuncias hacia nuestro antiguo instituto! ¿No es maravilloso? ¡Ja, ja! No nos habíamos inventado nada.
-¡Vivan los empujones en la cancha del recreo! -chilla Sofí.
-¡Viva! -gritamos todas al unísono.
-¡Viva que nadie te quiera en su grupo de Educación Física! -exclama Marta.
-¡Viva!
-¡Vivan los envidiosos! ¡Sin ellos, no nos habríamos dado cuenta de nuestro potencial! -remata Peričina
-¡Viva...!
-Peričina, hija -le dice Marta- Siempre tienes que ponerte ácida y extrema.
-Es mi especialidad.
De repente, Sofí choca con un señor, un señor grande.
-¡Lo siento! -se disculpa ella.
Malhumorado, responde.
-¿Qué haces vestida así? ¡Hoy no es ningún día de celebración! -mira a las demás- Estáis haciendo el ridículo.
La gente de las calles enmudece, y nos miran.
Expectantes, callados...
Sofí se queda sin habla.
-¡Todos los días son días de celebración, gilipollas! -Peričina saca el dedo de en medio.
De repente, todo el mundo, en la calle, comienza a aplaudir. Primero algunos, suaves...
Y después, se intensifican. Aplausos como una gran lluvia de triunfo.
A los aplausos, se unen los silbidos...
-¿Qué está pasando? -pregunta Sofí. -¿No son estos los Juicios, pero en versión buena?
-Creo que son los Juicios, a secas -responde Marta a su oído.
Peričina, mientras, da vueltas sobre sí misma, pidiéndole a los espectadores, con los brazos extendidos, que aumenten sus vítores, haciendo ademanes para subir el volumen.
-Peričina -Marta se le acerca, entre dientes. Ya no hay rastro del señor. -Peričina, estás haciendo el ridículo.
-¿No queríais vuestros aplausos? ¡Mirad, hoy los tenemos! Venga, va, se acabó.
Las tres se toman de las manos, y salen de la multitud formada, como pueden.
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Por: Marta
La noche se ha cernido sobre Grad Sofiya. Los viejos edificios del centro, similares a un París descascarillado, tienen las ventanas iluminadas, de tonos amarillentos, con vida en su interior.
Nosotras, mozalbetas jóvenes, tiradas por Peričina, entramos en una taberna típica búlgara, conocida como mehana.
Música tradicional, bailes, buena comida, ¿qué más se puede pedir?
Comemos, bebemos, reímos y charlamos. A Peričina se le ha subido un poco la cerveza, así que decide rebajar los efectos del alcohol con un buen Ayran.
-¡Jefe, otra! Mozas invito yo.
-No, mujer, si el plan de cenar era mío -resuelvo.
-¡Qué bien vestidas vais para la ocasión! -comenta uno de los camareros, sirviendo una jarra bien fría de Ayran y algún que otro plato con sírene.
-¡Muchas gracias! -respondemos Sofí y yo.
-¡Y bien variadas, además! -mira a Peričina, que está con un brazo sobre el respaldo de los bancos que sirven como asientos - ¡Uy! ¡Pero si tú vienes de...!
-¡SERBIA! ¡Eeeeefectivamente!
-Um, se lo haré saber al encargado. -y se marcha.
Nos miramos extrañadas.
-¿Qué habrá querido decir con eso, ama? -pregunta Sofí.
-¿No me vendrá con segundas intenciones, no? - Peričina se rasca una de las patillas.
De repente, algo capta la atención de nuestros oídos.
Resuena en todo el establecimiento, sobre las charlas de los comensales...
Es una melodía preciosa, animada, un violín juguetón...
-¡AY! -chilla la serbia- ¡AY, AY! ¡ES UN KOLO, ES UN KOLO! ¡POR MI MADRE! -brusca, comienza a empujame, que estoy sentada más próxima al pasillo. -¡TENEMOS QUE BAILAR! ¡ESTO NO PASA TODOS LOS DÍAS!
Las tres corremos a la pista de baile, donde se realizan las actuaciones de danzas búlgaras, pudiendo tener la mesa y la comida controlada a la vista.
Con una energía espasmosa, Peričina se coloca entre las dos, las toma de las manos, y comienza a mover los pies, al ritmo de la música, con una habilidad fascinante. Sus zapatillos de mimbre, acabados en punta hacia arriba, se agitan ante los animados ritmos del país balcánico vecino, bailando como excepción de este lugar, una danza serbia.
-¡Jiiiii-UHHHHHH! -grita, a la manera folklórica, con un sonido agudo y estridente que no conocíamos, que sale de su desconocida garganta.
Está radiante, brilla, sueña. Tiene una sonrisa preciosa. Todos la miran, mientras las otras dos la seguimos de manera más simple, quizás torpe.
"Ni que hubiese salido del conservatorio de danza" -pienso impresionada.
Cuando acabamos, con el pecho subiendo y bajando, veo a una prima serbia radiante, desconocida para mí. La gente aplaude, y ella saluda afablemente, levantando nuestros brazos para agradecer los vítores con ella. Es una mujer de escenarios. Lo sabe, y puede presumir. Es una artista.
-¡A comer, reinas! -nos da unas palmaditas para acompañar sus palabras.
Bajamos del escenario, y algunos, en las mesas de camino a la nuestra, se paran a elogiarla, tomándola de la mano con ambas manos. Es una mujer de relaciones sociales, sin duda alguna.
Volvemos a sentarnos. Pero Sofí se percata de algo y, sentada ahora junto a la serbia, con vistas a la entrada, golpea su brazo.
-Mira quién está ahí... -le susurra.
Peričina mete un trago a su Ayran.
Niña Grande, junto a hombres y mujeres de su edad, se sientan en una mesa próxima a la entrada.
-¡Hostia...! ¿Y qué quieres?
-¿Le hablamos? -sugiere Sofí con una sonrisa maliciosa.
-Pero si a mí no me puede ni ver.
-¿Entonces a quién te disculpaste el otro día? -dejo los codos sobre la mesa, expectante, sentada frente a ella.
-Come patatas, anda -evita mi pregunta, y señala la fuente de patatas fritas con queso sírene.
-Peričina, menos por lo bien que bailas, que me ha sorprendido, he de decir que te conozco como si te hubiera parido. Aunque, realmente...
-Sí, ya, ya, es algo parecido.
-¿Me admites lo de la disculpa?
-Sí -contesta sin apartar su mirada de Niña Grande, que parece tener una conversación de lo más convencional, trivial... -Banal y aburrida. -añade.
-¿Qué? -preguntamos Sofí y yo al unísono.
-Que esta tía con quien tiene que estar sentada es con nosotras, no con esa gentuza. ¿No ves la pinta de aburridos que tienen? Son neurotípicos, le tiene que estar dando algo por dentro para aguantar el porte tanto tiempo.
-¿Y tú que sabes? -increpo- No los conoces. Lo mismo son...
-No me hacen falta ojos para ver -va metiendo tragos a su Ayran seguidos. Se pasa la lengua por el labio superior. -¿Le meto un grito para que venga?
-¡NO! -sobresaltadas, exclamamos. Sofí la agarra por los hombros para retenerla, y yo extiendo mi brazo sobre la mesa para pillarle el antebrazo.
Peričina tuerce el labio para un lado, y mira hacia el suelo.
-Oh, oh... Las que querían pasar desapercibidas... -suelta irónica.
-¿Qué?
Yo estoy a espaldas de la escena, así que sólo intento leer las caras de ambas. Tiene los ojos muy abiertos, parece asustada. Sofí sólo mira a la mesa del grupo, por encima de mi hombro.
-Nos ha visto -dice.
-¿Que nos ha visto? -pregunto inquieta.
-Claro hija... -Peričina menea la cabeza - Si es que gritando nada más que ibais a hacer que mirasen...
-¿Qué está haciendo? -vuelvo a preguntar.
-Llamar a la policía -suelta la serbia con una amplia sonrisa.
-¡No hace gracia, Peričina!
-Nos ha mirado y ha seguido hablando con los demás. -responde Sofí, que ahora clava su vista en nuestra mesa, incómoda, rascándose el cogote.
-Actuad natural. Yo ya rendí cuentas con ella -nuestra prima se sirve una salchicha, imperturbable. - Menos mal que la de trece años no ha venido, porque si encima nos tocase hacer de niñera esta noche, madre mía...
-Yo le hablaría -concluye Sofí- Por Marta. Este tema no ha quedado lo suficientemente cerrado. -observa a Niña Grande, de reojo- ¿Eso que tiene en la cara son... marcas? -breve silencio. Las otras comemos. Se dirige a Peričina - Oye, ¿pero de verdad crees que nos ha visto? Lo mismo no se ha dado cuenta.
-No lo creo -Peričina mastica, observando la mesa, de refilón - A esta mujer se le da de maravilla hacerse la tonta. Ya veréis.
-Pues yo le hablaría -insiste Sofí.
Respiro profundamente.
-¿Para qué? -cuestiono molesta.
-Marta. ¡Va a comenzar el verano! Nosotras queremos quedarnos tranquilas por un tiempo, antes de poder abrir la Puerta de las Escaleras. Por favor...
-De acuerdo.
-Tienes que hablar tú.
-De acuerdo... -respondo resignada.
-Ahora.
-¿Ahora?
-Claro, ¿no? -interviene Peričina, arrancando con los dientes un trozo de pan - Le hablamos y adiós muy buenas. Tarde o temprano, la temporada acaba. -mira a Sofí. Le hace un ademán a Sofí con la cabeza, para que se levante.
La de trenzas se levanta. Peričina va tras ella. Espera, ¿adónde van tan rápido?
Yo me levanto, más despacio. No dan más de diez pasos, que ya están las dos ahí. ¡Malditas sean! Y las dos de la misma forma: En línea, con las manitas a la espalda.
Ni saludan a la mesa, ni nada. Bueno, ¿y para qué? A nadie le importamos.
-Queremos hablar contigo. -comienza Sofí.
-Ah, hola. -es lo único que puede contestar Niña Grande, con mirada penetrante, y la caña de cerveza en la mano.
-¡Hola, hola! Ya veo que vienes acompañada... -la serbia no puede estarse quieta sin atacar- ¿Y estos quiénes son?
-Venimos juntos de una de nuestras Reuniones y Labores. -responde un hombre de pelo rizado y gafas, con aires de grandeza.
-Ah -asiente con la cabeza-
-¿Por qué vais vestidas así?
-Por que queremos. Este es nuestro lugar. ¿Por qué unos pijos eruditos como vosotros estáis aquí, en nuestro territorio? Idos a otra parte.
-Me parece que las cosas no funcionan así.
Peričina se abalanza hacia el señor, tomándolo violentamente del cuello de la camisa. La mesa parece asustarse.
-¡A mí no va a decirme un hombrucho, fracasado y que vive en un mundo de mentiras cómo funcionan las cosas! -está asustado. La joven lo suelta con desprecio- Mucho es que no os haya tirado un banco de estos a la mesa. Y así vuestra sangre...
-Peričina, gracias -carraspeo, abriéndome ante las dos- Te dije que la bebida te sentaría mal.
Resopla por la nariz, y señala a Niña Grande, mirándome.
-¿Vamos a hablar con ella o no?
-Niña Grande -ella me mira con los ojos muy abiertos. -Queremos hablar contigo. Mejor fuera.
-Ahora mismo no puedo, estoy...
-Deja de socializar -escupe Sofí, y la agarra de la muñeca. Peričina y yo la tomamos de la otra, y tiramos de ella. -Fuera, fuera, tiene que ser fuera. Una conversación de damas.
-Em... -mira a la mesa, intentando mantener las apariencias- ¡Vuelvo en un ratito...! ¡Jijiji!
Y salen de la taberna.
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La calle está oscura, sólo lúgubres farolas permiten divisar el suelo, de calzada levantada y en mal mantenimiento.
-Qué queréis.
-Hablar contigo -responde Sofí.
-¿Qué hacías con esa gentuza? ¡No te aportan nada! -se queja Peričina con energía.
-Tengo el mismo derecho a intentarlo que vosotras. Todos merecemos una oportunidad.
-¡Esa gente no, hazlo con nosotras!
-Me encantaría, pero sabéis que aún no.
-¡Ah! ¿Por el Manto del Protectorado?
-Peričina, cállate -le escupo.
Niña Grande suspira.
-¿Tengo que sentarme? -pregunta resignada.
-Estate quietecita, que te gusta mucho moverte.
Niña Grande se sienta en el poyete de la entrada del establecimiento.
-Peričina -digo calmada.
-Qué.
¡PLAF!
Le propino un buen bofetón.
Ella se queda sin habla.
-¡Ay, que yo tampoco quiero que os peguéis! ¡Venga, haced las paces.
-Niña Grande no te metas en esto -contesto con la mandíbula apretada. Miro a mi prima. -Que tenga que pegarte, siendo tú más mayor que yo...
Ella se frota la mejilla, mirando al suelo, pero no llora, tampoco se queja. Sólo asiente, seria.
-Queremos hablar contigo, Niña Grande. El verano está cerca, y queremos descansar antes de abrir tu Puerta. Vemos que, la otra noche, pusiste tu barrera y te comprendemos. Sofí acabo siendo comprensiva contigo, y Peričina hizo ya su parte disculpándose contigo por los golpes que te merecías. Continuemos repasando. Comprendemos que tu Manto de Protectorado está siendo un problema, un problema que quizás tú no llegaste a entender, porque el Protectorado se agrietaba y las cosas iban mal. Yo no sé con el resto de los discípulos, de los Elegidos, pero desde luego que nosotras lo percibimos e hicimos esa labor de conocerte más y más. Lo de que te queremos ya lo sabías, supongo.
-...no me ha sido indiferente nada de lo que ha pasado -interrumpe, y aprieta los labios a un lado.
-¿Nada de qué?
-Lo del otro día, bueno, me dolió. ¿Contentas...? Me dolió. Me sentí mal, porque yo también os aprecio. De verdad -se lleva la mano al pecho, mirando al suelo.- Pero tenéis que entender que por vuestro bien, tuve que decidir, aunque salieseis heridas y otros Elegidos no. Es una conversación que no me acaba de gustar, pero sinceramente creo que cada uno tiene su lugar. Creo que no los hay ni mejores ni peores bajo mi Manto, pero he de reconocer, que aunque los convencionales de mi Protectorado salgan ganando, en el fondo caso más con vosotras, y tenéis algo que los otros no tendrán, quizás jamás. Vosotras podéis decidir si queréis hacer lo que hacen los otros, que debido a este mundo, me veo forzada a darles más privilegios y reconocimiento, pero ellos jamás podrán proponerse siquiera llegar a ser como vosotras. -se lleva la mano al corazón- Y, aquí, en el fondo, lo valoro muchísimo.
-A nosotras.
-A vosotras, sí.
-Pero hemos decidido que eso nos de igual -miro a mis compañeras. La serbia me mantiene la mirada, pero Sofí parece triste, perdida, y no obtengo nada de vuelta -Queremos hacer nuestra vida. Si nos vas a dar privilegios en el crudo mundo que se nos presenta, si tú no vas a dar la cara por nosotras... ¿Quién, quién lo va a hacer si no? Para eso nos hemos dividido también. Para ayudarnos y darnos fuerzas. Para hacernos el trabajo que personas como tú no hacen.
-...comprendo que estéis enfadadas.
-Sólo decepcionadas. Quizás, quizás nunca nos querrás como compañera, pero estoy segura de que pagarás para vernos lo que no pagarás por los otros, si es que se atreven a... a hacer algo como lo que haremos nosotras, si es que se atreven a convertirse en lo que nos convertiremos nosotras en el futuro...
Breves instantes de silencio.
-Niña Grande, mírame -alza la vista. La inestabilidad mental se escapa de sus ojos. Puedo verlo, puedo sentirlo. No seré yo quien la responsabilice de ninguna de mis emociones, pero tampoco puedo esperar de ella ningún tipo de afecto, más allá de sus palabras-. Niña Grande, hemos venido a hablarte porque quiero decirte una cosa -extiendo mi mano- Haremos vidas separadas, hasta más ver. Tú, como mujer de Protectorado convencional. Nosotras haremos nuestra parte. Seremos convencionales hasta poder abrir esa ansiada Puerta de las Escaleras. Fingiremos ser como los otros para poder escapar de esta dictadura de Manto. Y librarnos de gente como la de esa horrible mesa. Después, cuando todo haya finalizado, abriremos la Puerta de las Escaleras, y Dios sabrá que habrá detrás, con todo lo que eso acarree, tanto en nuestra vida como en la tuya. Te pedimos, por último, antes de estrecharte la mano, que aceptes que lo que haces en tu Protectorado, es una auténtica pantomima, y que realmente, si el mundo no funcionase como funciona, nosotras habríamos llevado una vida mejor bajo tu régimen. Si el mundo hubiese tenido otras reglas. Si tú hubieses podido decidir bajo tu verdadero criterio, ese que llevas tanto en el fondo de tu corazón. Sólo nosotras sabremos la verdad. Quedará aquí. Entre damas. ¿Admites todo, y aceptas las condiciones?
-Las acepto, las acepto... -estrecha la mano con fuerza, pero cansada emocionalmente. De repente, sonríe, con mirada pillina- ¡Pero ya sabéis que yo os valoro...!
-Vámonos -ordeno a las demás.
-Siempre tendré mi poder y mi sensibilidad -afirma Sofí, marchándose al interior del local.
-Me tratarán como una delincuente, pero nunca dejaré de ser una Peričina. -también se va, para pagar la cuenta.
Me quedo sola, ante ella.
Me cruzo de brazos.
-Nunca estaremos solas, las Martas siempre nos tendremos. Pásatelo bien con tu fiesta de la hipocresía. -y me voy por otro lado, completamente distinto.
Ha refrescado, pero es agradable. Camino por las noches de Sófia. Tengo incertidumbre, también sabor a éxito, pero miedo, pero alivio, pero impaciencia, pero satisfacción.
Niña Grande sigue allí, sola, sentada, ante uno de los tantos edificios agrietados, desconchados, grises.
En cierto modo, las heridas son acogedoras, puras, refrescantes.
Cuando nadie la mira, su semblante es apretado, serio, hostil. Gira la cabeza, y alcanza la vista a la mesa, más allá, de sus acompañantes, que conversan, de manera cordial.
Se levanta.
No, hoy no se va a quedar. Es hora de irse.
Se abraza, agarrándose del abrigo, y camina en dirección contraria a Marta. Camina, camina, camina… más, y más, y más…
Saca algo del bolsillo, y ahora brilla en su puño. Es la Llave.
Entre tinieblas, sube los peldaños.
La cerradura está un poco oxidada.
Introduce la Llave.
Clac, clac.
Ñiiiiiiiic.
Una gran luz sale del otro lado de la Puerta. Es cegadora, blanca. No se puede ver nada.
Y, en absoluto silencio, Niña Grande pasa al otro lado, dejándose engullir por esa desconocida luz.
¿No hace una noche preciosa?
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