Un muro que separa

Puede que, cuando mires hacia atrás, quizás tu pasado no fuese para tanto. 

Pero, cuando te colocan a un Espejo...


-Nosotras decidimos quererte. -sentencia Marta de Alfaro.

-¿Qué...? 

Sofí la va desatando.

-Estoy muy dolida -su cinturón del Pirin es imponente, plateado, redondo, brilla. 

Erguida, bella, esbelta, con ese porte grave, magnético, exótico. Su afilada nariz, marcada, resalta entre sus pómulos de mujer joven, mujer que promete, mujer del futuro. Tiene los labios rojos, como Sofí. Las monedas cuelgan de su frente. Sus faldas parecen más pesadas que nunca, de tonos anaranjados, rojos, blancos, con flecos.

-Pues, ya somos dos... -contesta la invitada, mirando al suelo, con voz débil, semblante lastimero.

Ni siquiera se frota las muñecas cuando las coloca sobre las rodillas. Sofí se coloca junto a Marta, quedando ambas frente a Niña Grande.

-Nos hicimos adultas. -prosigue- ¿Y sabes cuándo? Cuando decidimos, que no era necesario ir buscando a alguien que nos quisiera, de la misma forma en la que queremos nosotras. Es por eso que, con este sentimiento, tan sólo con sentirlo dentro de nosotras, jamás nos sentiremos solas. Este amor, este afecto, siempre nos acompañará. No necesitamos nada a cambio, no necesitamos ninguna respuesta por tu parte. Somos felices así. Decidimos quererte altruistamente, pese al dolor y a la furia, pese a la impotencia y a la indignación. -Breve silencio.- Esto no significa que comamos de tu mano.

Peričina, algo más apartada de la mesa, va turnando la dirección de los ojos, como si de un partido de tenis se tratase. Muerde sonoramente media cebolla, comiéndosela como una manzana.

La sangre del corte de la mejilla de Niña Grande, mezclada con el sudor y las lágrimas, le resbala hasta el cuello. La herida es más grande de lo que parecía, se ha ido abriendo poco a poco.

-Pero hay una cosa que todavía nos falta. -La señala, como profeta del Antiguo Testamento- Tus discípulos podrán tener muchas cosas de ti, que tal vez apenas en esta casa nosotras podamos alcanzar, siquiera vislumbrar, ¡o incluso imaginar...! -breve silencio- Pero hay algo que los demás nunca podrán tener, ni ver, ni dominar -se inclina hacia ella, mirada rasgada, mirada felina. -No olvides quién eres en el fondo. Ellos nunca podrán ver más allá. Ellos siempre se quedarán con la fachada. Y, el único regalo, la única cosa que, nosotras cuatro, incluida Treceañera, podremos atesorar en nuestro más preciado corazón, nuestra más maravillosa psique... es que tú, tú, eres una de las nuestras. No olvides de dónde vienes. Siempre serás como nosotras. Puedes fingir, puedes correr, puedes pasear bajo la luz del sol, por el campo -señala la ventana, con la palma extendida. La recoge. Señala a la sentenciada -Pero siempre, siempre, serás como nosotras. El mismo Polvo de Estrellas. La misma cosa. -se endereza- Gracias por tu participación, Criatura Espejo.

Criatura Espejo, totalmente enmudecida, apenas logra pestañear, callada, y mira a la ventana.

Marta de Alfaro se va, por el pasillo. Creemos que llora.

Peričina suelta una de sus manos, puestas en la cintura, se acerca a Niña Grande, vacilante. Con una mano, sigue sosteniendo la mordida cebolla, con la libre, la coloca sobre su hombro, suave, despacio, reconfortante.

-Lo siento... -le dice en voz baja.

-Había que hacerlo... -responde la mujer, sin apartar la vista de la lluvia, de la ventana destrozada. 

Peričina y Sofí observan el salón en penumbra.

El suelo está mojado del vendaval húmedo que ha ido entrando por el viento. Está lleno de cristales rotos, unos más grandes, otros más pequeños. El caldo de cultivo de gusanos parece haberse esparcido, perdiendo densidad, por el resto de objetos allí presentes.

Sofí se acerca a Niña Grande, mientras Peričina sigue ahí, a su lado. 

Se sienta. Se acerca a ella, con ambas manos en las rodillas. Ahora que la observa bien, su piel brilla por el sudor. Lo ha pasado bastante mal.

-Niña Grande... 

Niña Grande vuelve a tener clavada su vista en el suelo. Con ese aspecto tan exhausto y los dos cortes derramándose -pues la sangre de la frente ya ha alcanzado con un hilito la nariz- recuerda a Jesucristo, burlado por Anás, y posteriormente entregado a Caifás. Tan sólo le falta la corona de espinas.

-Niña Grande... ¿Has hecho tú todo esto...? -refiriéndose a la explosión de cristales, quizás también a la lluvia.- Yo... Yo también tengo poderes... -breve silencio -Tú me tiraste al suelo...

-No quise hacerlo... -menea suavemente la cabeza.

-No, no es eso, sólo digo que tienes poderes tú también...

-No te habría cogido como discípula si yo -traga saliva, voz quebrada- no los hubiera visto en ti. Eres la más poderosa de todos... No lo olvides... -menea la cabeza.

Algo se enciende en el pecho de Sofí.

-Nací con ellos... -responde.

-Lo sé, yo también... Supongo que todo tiene también sus inconvenientes... 

-Gracias por existir.

-¿Qué...? -la mira, aturdida. Tiene los ojos húmedos.

Breve silencio.

Sofí sonríe triste.

-Que gracias por existir.

Niña Grande hace una mueca con los labios, y contrae las cejas, mirando al frente, donde está el televisor.

-Es lo más bonito que me han dicho nunca... Pero lo más bonito, es... que me lo hayas dicho tú. -se echa a llorar. 

"Joder, pobrecilla" -piensa Peričina, también con ojos húmedos, y se acaba la cebolla con varios bocados ansiosos.

Una lágrima cae por la blanca mejilla de Sofí.

-Te-tengo que disculparme... -la mujer se incorpora, torpemente, débil, para buscar a De Alfaro. Las chicas la toman de los brazos, intentando hacerle volver a sentarse.- ¡No, no...! Dejadme... Yo he hecho esto, y es mi responsabilidad. 

Saca las fuerzas de algún extraño sitio, arrastra la silla hasta casi tirarla, y se mueve impulsiva, pisando fuerte. Pisa cristales, pisa a los gusanos... Se le quedan algunos pegados a la suela de los zapatos.

-¡Espera...! -logra decir la serbia.


La puerta del dormitorio está cerrada con pestillo. 

-¡Ábreme! -es lo único que logra decir, porque un nudo aprieta su garganta, y siente que le va a estallar del dolor.- ¡Por favor...! ¡Seré buena...! ¡Si no me queda otra que sincerarme, lo haré...! ¡Solo quiero que me abras...! ¡Quiero hablar contigo...! ¡Quiero solucionar esto...!

Al otro lado, Marta pasaba los dedos de la mano por los labios, sin llegar a morderse las uñas. Preocupada, no contestaba.

Niña Grande pega la cabeza a la puerta, dejando caer el peso muerto, mirando al suelo, inclinada, y con los puños apretados. 

Breve silencio. Tal vez un minuto.

-Lo siento, no puedo... -contesta Marta, finalmente - Tienes que marcharte.

Entonces se sobresalta. La puerta comienza a temblar con furia. 

Es Niña Grande, que ha comenzado a aporrear la puerta.

-¡Tienes que salir, tienes que hablar conmigo...! -llora, llora, y llora... -¡Sólo quiero lo mejor para ti! No me crees, ¿por qué no me crees...? ¡No tengo nada que fingir! ¡Me estás llamando mentirosa! ¡No es justo el trato que merezco, no es justo que me trates así!

La serbia y la búlgara de trenzas miran la escena, sin apenas moverse, justo a su lado.

-¡Yo sólo quiero lo mejor para mis discípulos...! ¡No quiero perderte...! ¡Te echo de menos...! ¡Pensaba que nos estábamos volviendo a encontrar, y tú me tiendes esta trampa...! ¡Es que no te entiendo, Marta...! ¿A quién se lo vas a contar...?

-A nadie -responde Sofí -Tu Secreto morirá con nosotras.

-Mi Secreto... -la mira aterrorizada, dejando de aporrear- ¿¡Dónde está!? ¡DÓNDE ESTÁ! -propina una gran patada a la puerta, y vuelve a gritar al otro lado- ¡DEJA DE HACERME EL VACÍO!

Marta, en la oscuridad de la habitación, se tapa la cara con las dos manos, intentando relajarse.

"¡Menudo follón...!"- se dice Peričina, pero se le ocurre una idea.

-Dame la llave -le pide en un susurro a Sofí, que se la pasa por detrás de las faldas, sin dejar de observar atenta los gritos de Niña Grande, que intenta forzar el pomo por séptima vez.

Peričina la muestra, con arte, con energía, con decisión.

-¡Norteña! -le dice- ¿La quieres...? - La mujer abre la boca, sorprendida.- ¡Pues déjala en paz! -y sale corriendo.











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