Sofí viaja al pasado.

Por otra parte, Sofí, decide hacer algo, tal vez imprudente, quién sabe... 

Cierra los ojos. Respira. Busca en el pasado.

"Vamos... Vamos... Llévame hasta allí..."


Tal y como está vestida, vuelve a ese lugar. 

Es el año 2015. 

Un año feliz, según por dónde se mire, claro.

Ha vuelto... Ha vuelto al pasado... Ha vuelto a esos días... Días donde se formaba, desde muy temprana edad, hasta su mayoría de edad...

Tiene un propósito firme: Llegar a la puerta 208.

Por el camino, se cruza con muchos estudiantes y padres, también niños más pequeños... Todos la miran con ojos curiosos. Ella lo percibe, pero...

"No tengo tiempo para esto".

Decidida, camina entre todas esas personas, que dulcemente pasaban la tarde en aquel lugar, en aquel centro educativo de estudios extraescolares. Un lugar donde jóvenes viven una segunda vida tras los colegios y los institutos, donde aspiran a ser algo más, a ser verdaderos artistas, con una formación distinta, de élite, exigente, extraordinaria...

¡Bum!

-Ay...-se dice.

Ha tropezado, patosamente, de boca. Se mancha un poco de tierra, pues es así la entrada del edificio, suelo similar al albero.

Parece algo disgustada, preocupada. 

En este sitio tampoco la quisieron, tampoco la tomaron en serio, la calificaron de loca, de excéntrica.

"Niña Grande seguro que me habría entendido".

"¡A levantarse sola, que nadie va a tenderte una mano!"

Se levanta. Se sacude el traje, mirándoselo.

"Yo he venido a hacer lo que he venido a hacer. ¡Andando!"

Una ansiedad, aparentemente olvidada, comienza a apoderarse de ella. 

¿Y si no le da tiempo a verla? ¿Y si no está donde debe estar? ¿Y si se ha equivocado de día? O peor aún... ¿Y si la encuentra y sale mal?

"Yo he venido a hacer lo que he venido a hacer. ¡Andando!"

Camina. Entra en la primera galería. La siguen mirando. Ella permanece seria, pero muy guapa.

Sale al patio. 

Siguiente galería.

Comienza a cruzar un largo pasillo. Las respiraciones se hacen algo más fuertes. Le empieza a doler.

Recuerda lo que está sucediendo en estos instantes, con sus hermanas, y se lo vuelve a repetir.

"Yo he venido a hacer lo que he venido a hacer. ¡Andando!"

Pero no puede. Algo le falla. Y también le aterroriza oír las voces de adultos que ella conoce.

"Voy a vomitar".

Da media vuelta. Se mete en los baños de la izquierda.

Entra en un cubículo. Tira de la cisterna. Sale. Se enjuaga la boca en el lavabo. Siente el agua fresca en la lengua, el paladar y los dientes, liberándose un poco de la sensación del ácido.

Se pasa el dorso de la mano por los labios, eliminando restos de agua. Se mira al espejo. Se coloca las trenzas. El rojo de su boca no ha desaparecido. Perfecto.

"Si Peričina estuviese aquí, se liaba a hostias. Pero yo no funciono así" -se dice, clavando su mirada al reflejo del espejo. "Hijos de puta los espejos" -piensa también.

Sale, con el mentón muy alto, y la mirada decidida. Va mirando a los lados y le da algún que otro mini infarto, porque le da pánico que, de entre todas esas puertas que va recorriendo, se cruce con alguna cara indeseada.

Llega a la 208, la última de todas.

Toma aire. 

Mira.

Hay una alumna esperando frente a la puerta, aparentemente para dar su clase. Está leyendo algo de un cuaderno de cuadritos, muy pintorreado. Se fija bien. Lleva unos vaqueros que le quedan algo grandes, zapatillas simples, una camiseta de manga corta estampada de purpurina, pelo liso, suelto, sin ningún corte especial. Flequillo tupido, del que, por la cabeza gacha, sólo se atisba la montura de unas gafas metálicas, de color rosa fucsia.

La chica levanta la cabeza. 

Ambas se quedan boquiabiertas.

Sofí no lo puede creer. Iba tan concentrada que se ha olvidado de lo más importante: De sí misma. ¡Es ella, es ella! Es su origen más directo, y su época más directa de todas. Esa época donde le importaba la persona por la que está ahora aquí y ha venido a buscar. 

Estando nueve años atrás en el tiempo, ante sus narices tiene a su yo de entonces, fuera del aula, inseguro, tímido, emocionado, pero muy nervioso, buscando el afecto que le falta por darse a sí mismo.

-No... No esperaba verte por aquí. -dice Sofí.

La Marta de catorce años apenas logra hablar. Su corazón palpita fuerte, sin comprender nada.

-¿Por qué estoy vestida así...? Pareces sacada de Planeta Folk... -pregunta desconfiada la chica.

-Eso intento siempre. ¿Estás esperando a Gospozha?

-Sí... -aprieta fuerte su cuaderno. Sofí puede atisbar un dibujo de ella misma, pero no dice nada.

Intenta mirar por la ventanilla, activa.

-Te va a ver... -dice con los ojos muy abiertos, algo conmovida.

-¿Termina ahora?

-Sí. Yo venía aprovechando su descanso, y a... -enseña una lista de preguntas sobre cultura búlgara- ...a preguntarle unas cuantas cosas...

-Yo también tengo que hacerle unas preguntas. Me está dando un poco de pereza hacerlo. -breve silencio. Se gira hacia ella -Quiero hablar contigo luego. ¿Sí?

La oyen hablar, al otro lado de la puerta. Ambas contienen la respiración.

Un chico de unos ocho años abre, sale, y cierra la puerta tras de sí, dejando vía libre.

-Lo siento -dice Sofí, tomando el pomo- Pero hoy lo necesito yo más qué tú.

La chica de catorce años se queda callada.

Irrumpe, con una voz algo temblorosa, pero de intención firme. 

El aula huele a tabaco.

-Zdrasti!! -saluda.

Gospozha levanta la mirada, sin expresión alguna, propio de los países del Este de Europa.

Tiene los ojos abiertos y el rostro cansado. Parece no comprender nada, y eso siempre le indigna mucho.

-Tú no eres Marta. -dice con un fuerte acento búlgaro.

-Sí que lo soy -contesta en su lengua.

Gospozha está impresionada por su dominio del idioma, de forma tan natural, pero trata de ocultar semejante sorpresa. Es así como continuarán toda su conversación en búlgaro.

-Antes de entrar hay que llamar a la puerta -le dice, altiva.

Sofí mueve los globos oculares, de un lado a otro, nerviosos.

Sale. Cierra. Llama. Vuelve a abrir. Todo en un lapso de diez segundos.

-Adelante -dice la mujer con sorna.

-Necesito hablar contigo.

-Yo no tengo nada que hablar contigo -muestra una sonrisa.

-Sí que tienes.

-¿Por qué tendría que hacerlo?

-Porque necesito que me ayudes.

-Yo no tengo nada que ayudar. Es mi momento de descanso y me voy a fumar un cigarro. -se levanta pesadamente.

Coge su bolso, se lo engancha al brazo. Sofí tiene los puños apretados.

-Estás muy guapa -añade, se cruza de brazos- Te sienta bien el traje. Pero hay que saber elegir los momentos. Llevándolo por aquí, sólo haces el ridículo. Pero he de decir que estás muy graciosa con él. -vuelve a esbozar una sonrisa, para sí.

-Quiero hablar contigo -está seria, como una piedra.

Gospozha bufa, y mira al techo.

-¿Otra vez buscando atención? ¿No te cansas?

Hay un silencio atronador. Sofí respira, cerrando muy fuerte los ojos.

Gospozha está abriendo la puerta, y mientras gira el pomo...

-Escúchame, borde de mierda. Tenemos que hablar seriamente, tú y yo. No he venido a buscar afecto, no por ahora, no contigo. Ya soy mayorcita para tener que ir dando explicaciones. Vamos a hablar, ¿sí o no?

-Ese traje no es de mi región -contesta impasible, mirándola de arriba a abajo.

La muchacha se acerca violentamente a ella, y la toma del brazo.

-Quita esa mano de ahí.

-Mírame a los ojos, Gospozha. -Gospozha la mira, aburrida- Tienes una vecina que está como una regadera, igual o peor que tú. Es parecida a ti hasta la médula. Tal vez te interese saber con quién te estás cruzando por la calle y en los supermercados, porque tanto tú como ella trabajáis en un ámbito muy parecido, si no igual. ¿Entiendes?

-¿Quién es...? -finge desinterés, pero presta más atención que antes.

-Es alguien importante. Necesito contártelo, porque vive por Lyulin, como nosotras.

-Lyulin... -mira sin comprender- ¿Vives ahora en Lyulin?

-Por favor, déjame contártelo.

Gospozha resopla.

-Está bien. Te vienes. Pero nada de preguntas tontas -masculla algo que no acaba de entenderse muy bien, mientras cierra la puerta con llave, ya fuera.

Catorceañera mira a las dos, que se van.

"Lo siento" -le dice Sofí con la mirada.

Gospozha apenas se percata de la presencia de la chica, aunque creemos que, directamente, hace como si no la viera.

-¡Marta! -la más jovencilla pega un respingo- Asegúrate de que la puerta está bien cerrada. -dice Gospozha fría, sin volver la cabeza, con un castellano muy contaminado por el acento balcánico.

No obstante, en su rabia, la adolescente, que no es más que una Sofí sin vestir de búlgara, las sigue silenciosamente, pese a no entender nada de búlgaro.

_______________________

Apenas hablan en el camino. Cruzan el patio, entre las dos galerías. Sofí mira de reojo a la extraña mujer, caracterizada por su rudo carácter y sus rasgos antisociales. "Hoy no está simpática", se dice, recordando que, según el día, esto variaba. 

"Pero ahora me da igual cómo venga y cómo se ha levantado. Me importa bien poco". 

Gospozha, por su parte, tampoco giraba la cabeza, era como si caminase sola. Apenas le importaba la compañía de la dulce y decidida chica.

Sofí choca contra el hombro de alguien, sin querer. 

Lo mira. 

Es él... 

Es el Gato Egipcio, el hombre que la formó durante años... 

-¡Lo siento! ¡Uy, anda, Marta...! ¿De qué vas vestida? -ve a Gospozha- Hola... -y prosigue- Una cosa rara de las tuyas, ¿eh?

-Eres gilipollas. 

-¿Disculpa? -ladea confundido la cabeza, con una sonrisa.

-No te he importado lo más mínimo y siempre me has tachado de "loca", por simplemente tener más inteligencia que tú y que todos tus alumnos. Si no sabes abordar una persona con altas capacidades, asume lo que está en tu mano y lo que no. De ti aprendí lo que no debería ser en el mañana, ni conmigo misma ni con nadie. No está hecha la miel para la boca del cerdo. ¡Niña Grande siempre me quiso más que tú! Porque es más inteligente que tú, y vale más que tú... Y porque ella es mi amiga...

Gato Egipcio hace un gesto de desconcierto, indignado. 

-Nunca dije que no tuvieras capacidades. Siempre dije que tuviste potencial. Por eso nunca te dejé ir todos esos años.

-Pero mi potencial lo uso para mis propios fines y proyectos, no para los tuyos. Siempre que he sido creativa, te burlabas. Nunca lo entendías. -se señala el traje- ¿Qué problema tienes con mi traje, eh? ¡Venga, vamos! Marta es rara, Marta es rara... -la gente, alrededor, observa, quieta- ¡Aquí todo os parece raro! ¡Nuestra disciplina artística está muriendo, por gente como vosotros! 

De habitual, Gospozha seguiría andando sin prestar atención a absolutamente nada, pero se quedó pétrea, presenciando todo. 

Y, además, parece defenderla, dentro de sus márgenes.

-Marta es creativa y muy graciosa. Esos gustos no los tiene nadie... -se quedan en silencio, los tres. -Bueno, venga, yo me tengo que ir...

Sofí le dedica una mirada desafiante a Gato Egipcio, que se marcha sin mediar palabra.

-No me cae bien -es lo único que logra decir la señora.

Prosiguen su marcha.

La chica de catorce lo ha presenciado todo, alucinada.

Llegan a la puerta. Se sientan en el poyete, desde donde pueden ver entrar y salir a todo el mundo.

Sofí ve gente conocida, pero hace caso omiso. Ha venido por lo que ha venido.

Gospozha se enciende un cigarro.

-¿No me ofreces uno? -pregunta.

-¿Eres mayor de edad?

-Sí.

Le extiende uno.

-No, gracias -responde cortante.

-Pffff -se lleva el cigarro a la boca - No hay quien te entienda... 

Silencio.

Gospozha hace aspavientos con la mano del cigarro.

-Bueno, venga, ¿qué me tienes que contar? Rápido, sólo tengo cinco minutos... -no mantiene contacto visual, se limita a mirar hacia el frente.

"Aquí nadie tiene tiempo para nada" -se queja Sofí en su cabeza.

-Ahora mismo -junta sus manos- Esa mujer de la que te hablo, está aporreando una puerta donde está mi ama detrás, protegiéndose. Mi ama es la Marta de veintitrés años. Pero mi prima serbia, Peričina, la ha distraído con la llave del Secreto.

-Ah, uhm... -calada- Yo aporrear puertas no mucho, pero... encerrarme tres horas sí que lo he hecho...

-Gospozha -la mujer hace contacto visual, que irá alternando con miradas al frente -Necesitamos saber por qué os parecéis tanto. Me recuerda mucho a ti.

-Será porque es mi vecina -sonríe tensa, fría, sarcástica.

-No, no es eso. Es algo más.

-Pero a ver, tú... ¿Qué es eso de tus primas?

-Hermanas.

-Hermanas, primas -bufa, con desprecio- Lo que sea...

-Nos hemos desdoblado para sobrevivir.

-¿Sobrevivir de qué?

-Del afecto y nuestros problemas. También como espacio seguro para conocernos mejor en todas nuestras facetas.

-¿Y yo, qué pinto ahí? -dice molesta.

-Mucho. Fuiste imbécil hasta la médula.

-Y tú sigues igual de maleducada que entonces. Por lo menos la más pequeña aún se porta bien -refiriéndose a la de catorce, que la ha visto observarlas de lejos. -Pero pronto, también se portará igual de mal que tú.

-Es que tú tampoco sabías respetar... Es que... ¡UFFF! -arroja los brazos, con exasperación -¡Ese no es el tema del que estábamos hablando!

Desarrolla un poco más la historia y todo lo vivido.

-¿Y os vestís con los trajes y eso?

-Sí.

-Pero qué raro... Ese gusto por los países... Qué interesante... No sé... Pues esta, esta chica yo no sé quién es, ni nada de nada... Pero de algo, de oídas, puede que sí sepa, ¿ah? Mi consejo es el siguiente: No le habléis mucho. Cuando se ponga nerviosa, le dais miel, cuando esté normal, dejadla ir. A veces, presionándola sólo la pondréis peor. Tiene una condición muy rara -arruga la nariz- Pero, pero yo de eso no sé mucho -ese encoge de hombros, enseña las palmas de las manos- Yo en eso no te puedo ayudar... Tú has venido porque me echabas de menos -menea la cabeza.

-Pues no, la verdad. Eres una desagradable. Pero entiendo que es digno de tu raza. Ahora dime, en esta situación tan espantosa, ¿qué podemos hacer con ella?

-¿Pero qué está haciendo?

-No me escuchas. Te he dicho que está aporreando puertas, corriendo detrás de mi prima, y ha roto todos los cristales de nuestra casa.

Esto coge de sorpresa a Gospozha, que abre los ojos como platos, y la mira, reteniendo el humo.

Expulsa la calada, con energía.

-Pero, eso es grave... Yo... -su mirada se vacía- Tiene que cuidarse... Necesita ayuda... Tenéis que llamar a la policía.

-Nosotras no funcionamos así.

-Ahhh... -pone los ojos en blanco- Olvidaba que hablaba contigo... -escupe con desdén.

-¿Pero qué hacemos?

-Pues correr... ¡Je, je, je! Lyulin tiene mucho campo abierto... Corred. No os queda otra. -su cara se congela, mirando al suelo, petrificada. -Corred. En serio.




Ambas están sentadas en el patio del centro educativo, aparentemente tranquilo, porque están en horario de clases. El sol tiñe con cariño, de dorado, el suelo empedrado del gran lugar.

Sentadas en los bancos, la chica de catorce años de tupido flequillo y lentillas, y Sofí, conversan.

-¿Quieres la mitad del bocadillo? Me lo ha hecho mamá.

-No, no te preocupes, gracias -Sofí apoya el pie en el borde, dejando la rodilla junto al pecho, con una mano encima. 

Se siente mayor, al lado de la chica inexperta. ¡Para que luego se burlen sus hermanas de ella!

-¿Y cómo es esa Niña Grande? ¿Y dices que me tratará mejor que Gospozha

-Mucho mejor -dice convencida.

-¿Es buena?

-Mucho.

-¿De verdad?

-Como un cachito de pan.

-¿Hace daño a los demás?

Vacila un instante, y ladea la cabeza. 

-Pues... Intenta no hacerlo. Aunque todos cometemos errores. 

-¿Y es mejor que Gato Egipcio?

-Mucho mejor. Es una chica maravillosa. Una mujer extraordinaria y excepcional. Inteligente a rabiar, emocional sin límites, independiente, entusiasta, y adorable. Hay que quererla sí o sí. Es artística, sensible, buena persona. Te llevarás genial con ella. Tendrás un futuro prometedor. Serás escogida entre muchos, pues pocos son los Elegidos. Te llevará de la mano a la profesionalidad. Apoyará tus ideas, tu creatividad, siempre estará al tanto de lo que hagas, nunca se burlará ni reirá de ti, y, y... -se siente un poco insegura- Confiará en ti, te tomará en serio. Admirará todas esas capacidades artísticas de manifestación que tienes. Sois muy parecidas, empatizará mucho contigo. Y tú con ella. Y, y... -parece emocionada, se inclina hacia ella, y le susurra al oído- Y además, es de las Tierras del Norte.

-¡Ahí va! Pues seguro que es muy guay. Jo, qué ilu. Aunque ahora mismo, me cuesta creerlo.

-No existen muchas como ella. Niña Grande sólo hay una.

-Eso veo... Jo, qué bien. Linda Estrella vamos a tener, ¿no?

Afirma con la cabeza, enérgicamente.

-¡Sí!

La de catorce suspira, mirando hacia el cielo.

-¿Y crees que le gustarán mis dibujos?

-¡Mucho! Ah... -se percata del cuaderno- ¿Puedo verlos? Salgo yo, ¿no?

-Sí. Treceañera también te dibujaba.

Los ve. Esta chica parece menos retraída que Treceañera, en general.

-¡Están chulos! Aunque el traje...

-Lo sé, no me he fijado muy bien.

-Esa combinación de colores...

-Sí. Parece de muchas regiones mezcladas.

Un sonido atronador estremece el despejado cielo de la tarde.

Es una puerta, que parece abrirse, desde allí arriba, más allá de la atmósfera.

El pomo gira, clac, gira... Como un gran trueno.

Ambas miran hacia arriba. 

Sofí cierra el cuaderno, de sopetón.

-Tengo que irme -se levanta- Hasta otra, ¡gracias por este rato!

-¡A ti! -se despide alegre, agitando la mano y tomando el cuaderno.







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