Bollitos de canela, fiebres y un hospital

 -Respira… ¡Sofí, respira! ¡Tranquila! 

Ella tiene la mirada muerta, la cara rígida. Lo intenta, pero sólo consigue hiperventilar. Aquí estamos todas controlándola, pero no hay manera.


Sé que algo no está yendo bien del todo, pero me alegro de que sea así. Va a tener que exteriorizar mucho. Siempre ha estado de los nervios, y lo mejor que le puede pasar es que le pase factura. Tendrá que calmar el temperamento, pero, ¿cómo?


Sé que mientras yo no estaba, paseando sola por los barrios, tropezó y perdió el conocimiento. Yo no sé cómo. Esto fue poco después de nuestro almuerzo dominguero en el salón bosnio. Las niñas estaban medio dormidas, o al menos creo que dormían. Sólo las mayores atendemos a Sofí. 

El caso es que perdió el conocimiento y cayó al suelo. Algo la habría superado energéticamente. Sofí despertó entre fiebres altas y apenas podía balbucear. Esto me asustó mucho cuando me enteré. Bueno, o al menos, en parte. Digo cuando me enteré porque no fui yo la que la cuidó. Alguien la levantó del suelo y se la llevó a su casa… 

Sofí vino callada y no me quiso dar explicaciones de dónde estuvo. Parecía avergonzada.

Cuando Sofí despertó en una mullida cama, sudando pero algo descansada, Niña Grande acudió a sus señales de vida, con un paño húmedo que colocó sobre su frente, sentándose en el borde de la cama, y tomándole la temperatura. 

Sofí balbuceaba, lloraba y meneaba la cabeza, con las trenzas deshechas y la cara roja.

-¡Déjame, déjame! ¡No quiero verte! ¡Eres un Espejo horrible! 

Niña Grande se incorpora, erguida, seria y pensativa.

-¿Qué quieres decir?

-¡Eres una Criatura Espejo! Por eso no quiero hablar contigo. Somos la misma cosa horrible. -Se seca torpemente las lágrimas con las palmas de las manos.

-No, no… Tienes que descansar… -le intenta recolocar el paño de la frente, con cuidado, pero Sofí le da un débil manotazo.

Era la hora de la merienda, alrededor de las seis y media. 

Niña Grande mira el reloj de pared.

-Vaya, es la hora de la merienda… Te puedo traer unos bollitos con canela, es lo que tengo… Están muy ricos, ¿quieres? -Sofí asiente, de manera tímida e infantil. 

En la cocina, Niña Grande coloca los bollitos en el plato, junto a un zumo. Deja caer el peso sobre sus manos, en la encimera. Y piensa, piensa, piensa… ¿Qué habrá querido decir Sofí con eso?

Vuelve alegre, con el refrigerio, y comienza a torturarla con sus charlas enérgicas y banales.


Claro que esto me fue informado posteriormente por Niña Grande. Estuvimos hablando un largo rato, y tuvimos una agradable conversación -cuando se comporta como una adulta-. Obviamente que yo se lo agradecí mucho por cuidar a Sofí. Probablemente la veamos más por aquí. 

La cosa es que hoy también sucedió su problema.

Sofí hiperventilaba.

-Sofí, mírame.

Pero Sofí no me miraba. Es entonces cuando se desploma en el suelo, ante Treceañera y ante mí. Algo le tiene que estar pasando. Tiene que calmarse. Tiene que calmar su temperamento. Pero, pero… 

Pero yo me siento…

Me siento…

Una frase, que no sé de qué profunda parte de mi corazón nació, flota ante la luz del sol pacífico.

-¿Se va a morir? -la desolación es palpable, mientras la observo en el suelo. Su energía la está consumiendo.

-No creo -contesta para mi sorpresa de una manera muy madura Treceañera- Está evolucionando.

-¿Cómo?

-Que está creciendo.



En el hospital, hay unos ventanales que dan a un amplio y verde parque. Pocos árboles, y la luz del sol siempre abrazándolo todo.

Estamos más tranquilas con el informe del médico: Sofí está estable, sólo está teniendo episodios de fiebres por estrés extremo.

Niña Grande aparece, con sus faldas largas y su gran bufanda, de brazos cruzados.


-¿Qué haces aquí? 

-Venía a ver cómo estaba. Después de ver su estado, y de cuidarla, es normal que me interese. Es preocupante, y no quiere saber nada de mí, aunque últimamente parece más conciliadora conmigo… 

La tomo del antebrazo, en señal de apoyo.

-No se lo tomes a mal, ya sabes que ella tiene sus…

-Sí -agacha la cabeza y aprieta los labios. 

Mira a Treceañera, se saludan cordialmente dándose la mano, y entrecierra los ojos.

-El caso es que tú me suenas…

-Soy su versión más joven -contesta como alumna aplicada de instituto que es. Hasta su flequillo es repelente- Pero yo a ti no te…

-Vale, perfecto -corto una conversación que promete ser demasiado larga.

Pensaba que Niña Grande, ante esta atmósfera de silencio, iniciaría una de sus conversaciones con un “¡Bueno chicas, y qué tal, cómo va todo?”.

Pero esto no fue así.

-¿Qué significa ser una Criatura Espejo? -me pregunta.

Miro a un lado.

Miro a otro.

¿Ha llegado el momento? ¿Tenía que ser ahora? ¿No es demasiado pronto? No, el momento se acerca.

-Nos tomaremos un café. -dirijo mi mirada hacia ella- No sé cuándo, ni cómo, pero nos lo tomaremos. Te lo explicaré. 

-¡De acuerdo! -exclama animada.

Y es entonces cuando sí que inicia una de sus triviales conversaciones con su energía característica. 



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