Familia de Martas

Es una fiesta. Es una fiesta en Bosnia y Herzegovina. La gente baila en grupo, cogidos de la mano, canta, y se divierte.

Es un gran salón, una estancia para celebraciones. Todos parecen muy felices. ¿Qué hago yo aquí?

La música tradicional bosnia suena a toda pastilla. El desenfreno -saludable- inunda la estancia. No puedes evitar sentirte feliz aquí. Es… Es perfectamente idílico para alguien como yo. Familia, amigos, comida, bebida, y mucha música y sudor tras bailar, algunos descalzos… ¿Qué se está celebrando? Pues eso ya no lo sé.


-¡Adelante! -dice Sofí. Parece abrirme las puertas del salón, y me lleva a través de este. Yo la sigo. Parece conocer bien el sitio. - Te estábamos esperando. Hoy tenemos asignada una mesa muy especial.

Y en efecto, el salón estaba rodeado de mesas redondas -como las de boda- cubiertas por manteles blancos.

-¡Aaa-hóoo! ¡Ya estamos aquí! -dice Sofí a la mesa.

Lo único que puedo hacer es arquear una ceja ante la incredulidad de la situación.

-Sofí, pero…

-¡No seas tímida! Vamos.

-Yo no quiero…

Me toma de las manos.

-Pues vas a querer -me pierdo en el abismo infinito de sus ojos, que destellan inteligencia. 

Me rodea de un hombro y alza el brazo.

-¡Chicas, saludad a Marta de Alfaro! 

En la mesa, están, sentadas a su alrededor, y por orden, Martas de distintas edades. Estoy yo, claro, allí delante, con Sofí. Y ahí están, contándolas, la Marta treceañera, la Marta de gafas de pasta rosa -es decir, la edad que abarca entre los cuatro y 10 años-, la Martita de tirabuzones -la que ya puede andar, tiene alrededor de dos años, y suele vestir falda de cuadros, leotardos y zapatitos negros- y, sostenida por la Marta de gafas de pasta rosa, la más pequeñita: La Ogua, Marta beba. Marta beba tiene un añito, babea, es muy observadora, sonríe poco y tiene mucho temperamento. 

Cuántas Martas…

-Siéntate -casi ordena Sofí, animada, feliz- ¡Mira! Hemos formado una familia. Pronto bailaremos el kolo. 







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