Disculpas

Al mediodía, tras levantarse de la cama, Peričina se apresuró a salir, diciendo un:

-¡Me voy! Ahora vuelvo.

No me explica a dónde. Aquí a veces nos ocultamos las cosas, bonita práctica...

Como yo no he ido, y dice que no puedo saber, ni entender nada, me ha pedido si podía narrarlo ella misma.

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Por: Peričina

Madre mía, menos mal que me ha dejado hablar. ¡Cojones, ya me tocaba a mí, en serio! Si es que, es que, no veas... Que si Sofí, que si ella... Menudo coñazo es Marta para narrar a veces, pero bueno, no pasa nada, porque yo narro mejor. ¡Eso seguro! ¡Así que al lío!
Yo me froto las manos, y te cuento.

Salgo, sin dar explicaciones. ¿Por qué? Pues porque decido disculparme. Yo también tengo corazón. 
Me dirijo hacia su casa, una de las que están en las decenas de direcciones de hogares que tengo en la cabeza, y que los demás no saben que almaceno. Las atesoro con el mismo cariño y esmero que las coreografías de los kolos.

Que bueno, eso, a fin de cuentas, que fui.

Voy a intentar ponerme más seria.

Llego. Estoy frente a la puerta. Tomo aire.

Niña Grande abre.

-¡Uy...! -no parece muy ilusionada. Suena apagada. Sólo se limita a respirar y a mirarme, sin parpadear, apenas.

-Vengo a disculparme.

-Ah, a disculparte... -aprieta los labios, hacia un lado.

Dios mío. Tiene algunas marcas, algunos rasguños. ¡Ay, es que no puedo nunca estarme quieta, tío!
Pero vamos, que ella tampoco, que se portó muy mal...

-Sí. Quiero decir, la liaste que flipas, pero a mí se me fue la mano. Piensa que habíamos bebido.

-Que habíamos bebido lo que tú decidiste no mezclar con nada.

-Ya.

-¿Habéis abierto la Puerta de las Escaleras?

-Por lo que Sofí nos ha contado, tu mensajera del pasado dice que aún, no.

Niña Grande parece estar avergonzada, mirando al suelo, pensativa.

-Niña Grande -levanta la cabeza, y me mira, expectante- Lo siento. Intenta pensar que tampoco es fácil para nosotras. Yo no lo he pasado tan bien como parece. Me fui de juerga, sí, para no sufrir demasiado. Aquí, en este lado, tenemos sentimientos y lo pasamos mal.

-Bueno, yo no he dormido muy bien. 

No ha sonreído ni ha soltado ninguna risita en el tiempo que llevo aquí.

-Nos sentimos solas, siempre nos hemos sentido así. Contigo nos encontramos protegidas, cuidadas, valoradas. Por eso. Pero hay cosas en las que no alcanzamos a comprenderte. El tiempo dirá, sí, como la paloma que nos mandaste...

-Fue ella sola -interrumpe- Yo no lo decidí.

-Niña Grande, te queremos muchísimo. Nuestro enfado ya sabes por qué es. Somos personas que no han tenido circunstancias fáciles en lo que a lo social se refiere. Queremos transmitirte que te comprendemos hasta la médula, porque, siento decirte, que somos muy parecidas. -aún no me creo lo que he dicho.

-Yo también lo creo -hace muecas hacia el suelo. 

-Siento haberte pegado.

-No es nada -mira hacia un lado- A veces viene bien un aviso, hum... -breve silencio- Tal vez, de otra manera, no me enteraría.

-Gracias -me inclino brevemente.

Ella chasquea con la lengua, y se lleva la mano a la frente.

-Es que no es fácil, no...

-Pero tu sabes que siempre volveremos. Nunca te mentiremos. Siempre seremos fieles. Sólo quédate con eso. Oscar Wilde lo decía: Los verdaderos amigos te apuñalan en la cara. Desafortunadamente, ayer, tanto tú como nosotras nos lo hicimos a las espaldas. 

Resopla, y se echa en el marco de la puerta. Otra vez tiene la botellita en la mano, como con Sofí. Esta mujer está todo el día bebiendo agua.

-Lo hice por tu bien. Creí que era lo correcto.

-¡Menudo sentido de la justicia! ¿Así lo hacéis por tus tierras?

-Uf -menea la cabeza, exhausta- No. Simplemente, me equivoqué, ¿vale? Pero cumplid vuestra parte también...

-Sin castiguitos.

-Sin casti... ¿Cuándo he castigado yo?

-Así, arruinándonos el futuro.

-Creo que voy a cerrar. -hace el amago. Joder, ya tiene que estar bastante harta como para hacer eso.

-¡No! Sólo, confía en nosotras, y nosotras confiaremos en ti. ¿Tú nos quieres?

-Síi...

-Perfecto -le tiendo la mano, para estrechársela.

-¿La mano? -arquea una ceja.

-Como las gentes de oficio.

-Nunca te he dado un abrazo, ¿no?

-Em... No. Pero puedes probar.

Cansada, fatigosa, me abre los brazos.

Me acerco a ella, y me mete un tirón, rodeándome por completo.

Esta mujer abraza fuerte, muy fuerte, y no te suelta hasta pasados muuuuchos segundos.

Dan ganas, en muchas ocasiones, de agarrarla por el cuello, pero hay una cosa clara: sus abrazos son largos y sinceros, muy sinceros.

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