Planes
Lloraba y lloraba. Tenía los ojos enrojecidos, hinchados. Sólo reprochaba y señalaba con el dedo a puntos sin sentido.
-¡Ha sido ella! ¡Ella es la que me ha empujado! ¡Me ha tirado al suelo! -enseña el codo y una de las rodillas, que están raspadas- ¡Ha sido ella! ¡Tiene más poder que yo!
Peričina y Marta la escuchan, con semblante serio, adulto, calmado.
-Sofí, ¿dónde ha sido eso?
-¡En la Vuzrazhdane!
Marta resopla por la nariz.
Mira a Peričina.
-Sabía que tarde o temprano la iba a liar. A mí mucho no me está gustando últimamente.
-¡¿Tú me crees?!
-Claro que te creo, Sofí.
-E-entonces me entiendes, ¿no…?
Se abrazan, y la de dos trenzas entierra la carita en el cuello de Marta, que le acaricia el pelo, algo despeinado.
-Vamos a tomar medidas. -dice la cabecilla, seria.
-¡TOMAA! -se separa de ella, y aprieta un puño ante las otras, un puñito rencoroso y esperanzador.
-¿Y qué vamos a hacer? -dice Peričina.
-¿Tú estás de acuerdo en que hagamos algo, Peričina? -Sofí no para de gritar- ¡Sofí, cállate! Bueno, ¿qué…?
-Yo, donde haya fiesta, ¡siempre! -enseña las palmas de las manos.
-Perfecto.
-¿Qué plan tienes? -pregunta la serbia.
-Sofí, escucha. -Sofí se calla- Niña Grande quiere venir a vernos…
-Perfecto, encima en nuestro territorio.
Marta, la ama del grupo, explica el plan. Tras media hora, concluye.
-Además, aprovechemos que Treceañera está pasando unos días de instituto. Así no tendrá que ver esto. Tú has entendido tu parte, ¿no, Peričina?
La chica de ropajes serbios asiente, y se dirige a Sofí.
-¡Ah, y ya puedes ir diciéndome todo lo que quieras preguntar!
-Vamos fuerte… -responde la de trencitas.
Marta parece rebuscar algo de los armarios de la cocina. Le extiende la bolsa de la compra a Peričina.
-Venga, vete al supermercado ya. La pregunta es, ¿quién se encarga de decírselo?
Antes de poder siquiera pestañear, Sofí grita a los cuatro vientos, levantando un tieso bracito.
-¡YO! -sonrisa malévola, labios cereza.
Las otras dos chicas parecen asombradas, pero lo disimulan.
-¡Anda, pues ve!
-¡Voooy! -cierra de un portazo.
Marta mira extrañada a su compañera.
-¿Pero se sabe la dirección?
-Hay cosas que filtro.
-Haces bien.
Peričina lleva las llaves en una mano.
-¿Ginebra entonces?
Asiente.
Abre la puerta.
-Estoy nerviosa -dice antes de salir.
Marta apoya los brazos sobre la mesa de la cocina, dejando caer peso.
-Todas lo estamos -dice cuando la serbia cierra.
Libera una sonrisa amplia, inteligente, malvada.
Porque, cuando las otras no están, Marta también necesita tomarse un respiro.
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