Estrellita misteriosa
La noche era fría, pero un intenso calor comenzó a expandirse. El cielo negro, la hierba húmeda. Peričina se gira, y no puede creer lo que sus ojos están viendo.
-¡So-sofí! ¡ESTÁS FLOTANDO!
Yo me giré para ver y, efectivamente, con los brazos extendidos en cruz, Sofí levitaba a varios metros del suelo, con el rostro plácido, las trenzas pululantes, al igual que sus faldas, y rodeada de rayos dorados y azulados, al igual que las Estrellitas, que… Vinieron a visitarla, y danzaban a su alrededor. Sofí abre los ojos, escuchando los vítores de estos seres, sonríe, como si fuera un ángel, de otro mundo, y… Concentra su energía en las palmas de las manos que, plácidas, hacen emanar esa luz radiante, ese fuego que ciega.
Las Estrellas gritan y gritan. Nosotras contemplamos la escena, anonadadas.
-Es como en mis sueños -Treceañera abre su cuaderno de cuadritos, mostrándome páginas y páginas de una Sofí, de mil maneras, pero siempre destellando ese extraño poder, que parece volver con más y más fuerza.
-¡IIII, YIÁAAAA! -de gesto brusco, Sofí lanza una llamarada al cielo, donde explotan fuegos artificiales, que duraron su buen minuto. El cielo se iluminaba de colores. Había vuelto, sí… ¿Pero, por cuánto tiempo? No queremos perderla más, no queremos que se pierda otra vez.
Desciende al suelo, nos mira, con una sonrisa radiante.
-¡Venga, a dormir! -da unas palmadas a sus Estrellas -¡Chicas! Nos vamos. ¡Venga, todas a descansar!
Las Estrellas la obedecen, muchas van a restregarse contra su cara, sus faldas, los brazos, a modo de despedida cariñosa. Está muy bien arropada, y eso lo sabe.
Sin embargo, hay una Estrella tumbada en la hierba, iluminando su entorno de azul. Parece triste, alicaída, quizás enferma.
-Oh, no… -Sofí aprieta la boquita roja, y recoge a la Estrella con sumo cuidado. La abraza contra su pecho- ¿Qué te pasa a ti? Dime. -La Estrella, con una mirada, gimotea, y agitando ese extraño y débil cuerpecito, parece comunicarse. -Comprendo… -Sofí parece siempre muy madura en estas situaciones, preocupada y afectiva. Porque eso es lo que ella realmente es. -Puedes quedarte esta noche, sí.
Las otras Estrellitas reprochan.
-¡Chicas! A dormir, esta Estrellita necesita mi ayuda. Vamos… -se dirige a ella- Cuéntame qué te pasa… ¿Qué, en serio? -la Estrellita gimotea y gimotea, a modo de comunicación- Pero… ¿Cómo es posible? Sabía de casos, pero el tuyo, se parece mucho al mío... No, no, no nos conocemos, claro que no… Si no, serías una Persona ya… Ay, pobrecita… -la abraza.
Mientras, seguimos el camino a casa. Las Estrellas quedan atrás.
Sofí no para de hablar con este serecito extraño.
-Oye -Peričina se acerca a mí, susurrando- ¿Esta que habla, con Estrellas?
-Eso parece.
-Yo sabía que existían, pero no que ella podía comunicarse tan bien. ¡Casi mejor que con el búlgaro! ¿Pero no te parece raro que, de un día para otro, domine a todas esas Estrellas?
-Tú sabes que a Sofí le gusta hacer cosas en secreto.
-Las tiene bien adiestradas.
-No están adiestradas. Ellas la aman incondicionalmente, porque Sofí es su reina.
-Jo -parece emocionada- Pues qué bonito… -me mira, nos sonreímos, y nos enganchamos del brazo. -¡Niñatilla! -llama a Treceañera- ¡No te quedes ahí atrás! Luego me enseñas tus dibujos, ¿eh?
-Es como en mis sueños… -sigue pensando Treceañera, revisando su cuaderno una y otra vez.
Sofí se sienta, cansada, en la mesa de la cocina. Es casi medianoche, y yo le pregunto:
-¿Dónde dejaste a la bicheja esa?
-En mi cama, duermo con ella -contesta seria.
-¿Qué es lo que le pasa?
-No lo acabo de entender… -clava la mirada en un punto fijo, entrecerrando los ojillos -hay algo que no quiere contarme… Me apetece averiguarlo.
Breve silencio.
-¿Cuántos años tienes hoy? Treceañera y yo nos lo preguntamos.
-Veinticinco -contesta seria.
-¿Cómo es que has madurado ahora?
-Tú sabes que voy y vengo. Hago lo que me da la gana…
Esa noche, Sofí durmió abrazada a la misteriosa Estrella.
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Campos de Castilla. Rubios, cálidos, de pueblos vacíos pero acogedores. Flores cuelgan de los balcones de madera, casitas de piedra rojiza.
Un colegio, religioso, todos de uniforme.
Una coletilla morena, inteligente, de unos nueve años, comía su bocadillo sola. Está sentada en los escalones de la puerta principal, que dan al recreo.
-¡Mira, está ahí solita porque nadie le hace caso! ¡Ooh, qué pena! -chilla la niña que lidera el grupo. Es rubia, guapita, y sus dos amigas son similares.
Niña Grande alza la mirada, preocupada.
La líder va subiendo las escaleras, mientras las otras la acompañan.
-A ti solo te echa cuenta tu mami, porque eres horrible, ¡horrible! Jajaja, ¡mirad, se come un bocadillo de mortadela! ¡Qué tonta es!
-¿Qué-qué hay de malo en eso?
-Eres tonta y todo lo que haces da asco.
Niña Grande se limita a agachar la cabeza, respirar hondo y ponerse en pie.
-¡Tengo una idea!
Las otras miran espantadas.
-¿Por qué no jugamos a algo juntas y nos conocemos mejor? ¿Qué me decís? -sugiere sonriente.
Las niñas malas se miran y, tras un breve silencio, comienzan a desternillarse de la risa.
-¿Qué hay de extraño en eso? ¡Todos merecemos una segunda oportunidad!
-¡A ti no se te debería dar ninguna!
-¿Por qué no? Dadme una razón -responde, haciendo amago de su expresión oral, más desarrollada que la de los niños de su edad.
Mientras, las secuaces siguen riendo.
-¡Tú no mereces tener amigas! ¡Eres…rarita! -dice con una mueca de desagrado- Hablas raro, te comportas raro, ¡y te gustan cosas raras! Ej, ¿quién querría eso? Tú no eres una niña normal, tú eres un monstruo.
-¡Por favor! -solloza- ¡Me portaré normal, pero dejadme jugar con vosotras! -se abalanza contra la líder, a quien intenta abrazar- ¡Sólo una oportunidad, os demostraré que soy como las demás! No diré cosas raras, ¡lo prometo…! ¡Si jugamos, os invito a mi cumple!
-¡APARTA! ¡SEÑO, ME ESTÁ PEGANDO LAS CHINCHES! -se zafa, empujándola fuertemente. Niña Grande choca contra la pared, dándose un coscorrón en la nuca. Pero no parece haberse dado cuenta del golpe. Sólo llora. -¿Por qué nos invitas a tu cumpleaños? ¡Nadie va a tus cumpleaños! Nadie va, ni nadie irá… -Niña Grande siente los latidos de su corazoncito debilitarse. -Das asco. No te vuelvas a acercar a nosotras. ¡Chicas! -Da palmadas caprichosamente-Vámonos.
Sofí, que observaba cada detalle, deja verse en un torpe descuido, por lo que Niña Grande, de nueve años, notifica su presencia.
-¿Estás bien? -alcanza a decir, avergonzada por la situación de no haber ayudado antes.
Niña Grande se rasca la zona afectada de la cabeza, mientras se enjuga las lágrimas.
No parece querer hablar, pero acaba cediendo.
-¿Eres una seño nueva?
-No. Digo, sí.
La pequeña la observa de arriba a abajo. No le ha convencido su argumento.
-Qué chulo tu vestido -Sofí se mira. Claro, si va vestida de búlgara.
-Ven, ven, vamos a los jardines… Aquí no podemos hablar -los señala.
-Una niña no puede irse con extraños.
“Aquí la extraña es ella, pero es cierto que yo también soy rara”.
-Vale, tienes razón. Yo no puedo permanecer mucho tiempo aquí, pueden verme, así que…
-¡Sólo puedo verte yo! Mi padre me regaló un libro que se llama “Cosmos” y explica muy bien los secretos del Universo. Y dice algo de los Polvos de Estrellas, y también de seres de otro mundo. ¿Eres un hada? -pregunta curiosa.
-No exactamente -contesta decepcionada, porque sabe cómo la defraudará en el futuro.
-¿Y entonces qué eres?
-Aquí hay muchos niños, te van a ver hablando sola…
-Da igual, igualmente nadie quiere jugar conmigo... -se encoge de hombros.
Es exactamente igual que la adulta, pero en miniatura.
Breve silencio.
-¿Y cómo te llamas?
-¿Quién, yo? -responde Sofí.
-¡Aaaa, ja ja ja ja ja!
-¡Mirad, se esta riendo sola! -se oye decir a unos niños que jugaban al fútbol.
Sofí la encuentra adorable, y siente pena por ella. No obstante, recuerdos amargos con ella se le vienen a la cabeza, y cesa la sonrisa, perdiendo algo de temperatura en el cuerpo.
-Sofí.
-¡Anda! ¿Esa no es la capital de Bulgaria?
-Sí.
-¡Ahh, es que tenemos en clase un mapa de Europa muy grande! -hace ademanes con los brazos, abriéndolos mucho.
Le extiende la mano.
-¡Sofí! ¡Hummm! ¡Tienes un nombre muy chulo! -la mira de arriba a abajo, apretando la boca- ¡Y tu ropa… mola!
-Gracias. ¿Y qué vas a hacer ahora? Creo que no me queda mucho tiempo aquí.
La pequeña coge el bocadillo, tirado en el suelo debido al incidente.
-Por ahora, tirar esto… A mi madre le encanta hacerme estos bocadillos -dice con pena- Sabe que me gustan mucho. Es muy buena conmigo, aunque a veces me grite… -dice pensativa, como una caricatura, balanceando la cabeza.
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