El sueño de toda niña

 -Galletaas… Galletaas… Más galletaas… -Peričina va cogiendo varios paquetes de dulces, magdalenas, ¡y hasta helados!

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-¡ARTHROPLEURA MALA! -Sofí destella uno sus rayos en ese horrible bichejo negro, acabando con el Monstruo, que con un sonido lastimero, se pulveriza- ¡ARTHROPLEURA MALA! -ataca a otra, que se encontraba a la derecha.

Lyulin es gris y la gente no parece mirarla.

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Peričina mira las botellas en la sección de bebidas alcohólicas. Saca el mentoncillo, y busca con los ojos.

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Marta de Alfaro mira los rayos de luz. Se ha ataviado del Pirin. Largo pañuelo rojo hasta las rodillas, cubre su cabeza, cayendo en forma de pico. Tonalidades de ropajes rojizas, blancas y anaranjadas. Monedas cuelgan de su frente. Tiene un aspecto aterradoramente étnico. Parece sacada de la Consagración de la Primavera.

¿Ha llegado la hora?

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Sofí se entretiene riéndose sola en uno de los parques encontrados por el camino y, tras jugar a los columpios, sigue correteando hacia su destino, con intenciones malévolas.

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La serbia charla animadamente con la gente de la cola, mientras pone la compra en la cinta de la caja.

-¡Menuda fiesta os vais a pegar! -le dice el hombre que esperaba detrás, viendo todo lo que se llevaba- ¿Qué vais a bailar, kolos?

-¡Eso espero!

-¡En Serbia estuve yo una vez! Niš está a dos horas de aquí.

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De Alfaro pone la mesa, en el centro del acogedor salón. Pone la tele. Se tira en el sofá, y se relaja un rato.

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Cruza la carretera, que separa los dos hemisferios de Lyulin.

Tras la gasolinera hay edificios de estilo búlgaro, pero ya nuevos. Bien pintados, bien cuidados.

Sofí aminora su marcha, deja de reírse, y busca la dirección que le brindó Peričina en una de sus charlas nocturnas.

-Veintinueve -se dice. Lo encuentra. Llama al porterillo. -¡YOOO!

Tras tres segundos interminables, el portero automático abre. Sube las escaleras, gimoteando en los saltitos.

Ella abre.

-¡ANDA, SOFÍ! ¡Qué sorpresa…! ¡Bueno, bueno! ¡Tú por aquí, dejándote caer! -lleva en sus manos una botella térmica con té. Muestra una amplia sonrisa. Lleva el pelo recogido en una pinza. Su piel parece resplandecer. -Ah, ¡pasa, pasa! ¡Que te iba a dejar ahí fuera, aahh jajajajaja! Aunque está todo un poco desordenado…

-No, no es necesario, ¡gracias! -sonríe afable. -Queríamos invitarte a casa a merendar-cenar.

-¡Ay! ¡Una invitación! ¡Ay, jo, qué ilusión, Sofí, muchas gracias…! -su mirada se ilumina, sus ojos brillan, centellean. Sonríe enternecida, y se lleva una mano al pecho. ¿Va a llorar?

-Ahora.

-¡Ahora…! -mira hacia atrás, sorprendida.

-Bueno, dentro de una hora, o así.

-Ah, eso, eso, ¡YA ME VEÍA YO CORRIENDO, DEJANDO LA PUERTA ABIERTA Y TODO, AAA JAJAJAJA! -golpea fuerte el marco de la puerta, dejándose caer a un lado. -O sea, por mí perfecto. -gesticula enérgicamente. A veces recuerda a Peričina en lo brusco de ella. -Puueesss nada, voy a hacer unas recogidillas, escribir un par de cosillas en la agenda y… ¡LISTO! Pues, ¡nos vemos! -guiña un ojo, y cuando se despide con la mano, cual niña pequeña, cerrando la puerta… -Ah, Sofí… -Abre con impulsividad. La chica ya está de espaldas, comenzando a bajar las escaleras.

-¿Qué?

-Quería disculparme por lo de hoy…

-¡Ah, qué más da! Esas cosas pasan.

-Ya, pero… -mira hacia abajo, apenada- No lo hice con mala intención… Yo solo quiero lo mejor para ti…

-En serio -se encoge de hombros- Va, no te preocupes.

-¿Te puedo dar un abrazo…?

-¡Ah, em…! ¡Ya nos vemos luego…!

Sale corriendo escaleras abajo.

Niña Grande suspira.

“No sé qué hacer con ella”.

Cierra la puerta, lastimada. 

Pero luego recuerda: ¡Tiene una merienda en una hora! 

-¡AAHHHH, AAAAAHHH, AHHHHH! -Sofí iba correteando de vuelta a casa. Iba gritando. Nadie sabe por qué. Parecía ilusionada.

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Los vasos aquí. Los cubiertos aquí. 

Se abre la puerta.

-Lleguée… -Peričina deja las llaves en la mesa, con las bolsas de la compra. Va a cerrar, pero…

Pero Sofí casi le da con la puerta en la cara, volviendo a abrir compulsivamente. 

-¡Sofí! ¡La madre que te parió! -Alfaro, vestida del Pirin, tiene los brazos en jarra- ¿Te quieres tranquilizar? -Sofí jadeaba- ¿No has venido volando? 

-Nooo… necesitabaaa… soltar… 

-Pues no se yo si te ha hecho efecto.

-No… creo… que no…

Peričina, con esa fuerza sobrenatural, le agarra fuerte entre el cuello y el hombro, clavándole el índice y el pulgar, cual fisioterapeuta.

-¡AAAAAAAYYYYY!

-Compórtate, ¿eh? Que tenemos visita. -dice la serbia.

-¿Cuántas botellas has traído? -pregunta la vestida del Pirin.

-Tres.

-¿¡TRESSSS!? -exclama Sofí.

Marta da un fuerte golpe a la mesa.

-¡Sofí, ¿te quieres callar?! Peričina… -dice con voz tranquila- Creo que con media ya será suficiente.

-Bueno, pues las demás para mí. ¿Nadie más va a beber?

-No, a ésta, a la mínima que le des, se pone a llorar… -refiriéndose a Sofí.

-¡Eeehhh! -la ofendida aprieta los puños, frunciendo el ceño.

-…y yo necesito estar fresca, claro. Tú estarás a la par que nuestra invitada, Peričina.

-De acuerdo.

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Cuarenta minutos más tarde.

Niña Grande camina, con los auriculares inalámbricos blancos puestos.

Escucha por el camino, con una sonrisa, una sinfonía de Haydn, de las que tanto le gustan.

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La mesa es el sueño de todo cumpleaños de niña. Está todo rosa, porque muchos dulces tienen envoltorios bonitos. 

Sofí se asoma a la ventana. 

-¡YA VIENE! ¡ESTÁ AQUÍIII!

De Alfaro, sin mediar palabra, se acerca a ella y… ¡ZAS! Le propina un bofetón.

-¿Estás tonta o qué? ¿Qué quieres, que nos oiga?

Sofí se frota la zona, dolorida, aguantando las ganas de llorar. 

Soltando un quejido lastimero, la cabecilla la abraza, disculpándose.

-Estamos todas muy nerviosas…-le frota la espalda.

-De todas maneras, no os va a oír. Primeramente que está en su mundo, segundo que vivimos en un cuarto piso. -dice Peričina, con dos botellas en las manos, de aquí para allá.

Suena el telefonillo.

-¡AY! -chilla Sofí- Yo abro.

Abren la puerta.

Sofí y la mujer del Pirin se asoman.

-Está subiendo por el ascensor sin puerta -dice la segunda.- Chicas -se miran -Ya sabéis.