Ositos de peluche

“Apareció en nuestras vidas y no supimos qué hacer. Creemos que tiene el mismo pasado que nosotras”.


-Una Criatura Espejo es exactamente lo que contó Sofí ayer. 


-Vale, eso lo puedo entender. Mi pregunta es quién es Niña Grande y por qué es una Criatura Espejo. ¿Es la que vi en el hospital cuando Sofí se puso con fiebres?


Asiento con la cabeza.


-Así es. 


-¿Pero, y esa mujer quién es? Yo no la he visto en mi vida. ¿Por qué hay tanto debate entre vosotras? ¿De qué la habéis conocido? La verdad es que me recuerda un poco a Gospozha… Pero más joven.


-De hecho, viven muy cerca la una de la otra.


-¿¡Qué dices!? Pero si a Gospozha no la hemos visto mucho… A esta la hemos visto más…


-Parece que le gusta la calle, no sé. A ver, querida Treceañera, te explico.


La joven, atenta, desenvuelve una de las magdalenas con pepitas de chocolate. 

Tanto ella como yo estamos en la cocina, y las luces de la mañana se filtran, dorando la estancia. El mantel está limpio y tiene ositos de peluche como dibujo. 


-Niña Grande es una Criatura Espejo muy potente. Aquí, las adultas, las mayores de edad, tratamos de descifrar lo que está pasando. 


-Pero Sofí no es mayor de edad.


-Eso es lo que se cree ella, pero nunca acaba de decir su edad. No le gusta aceptar las cosas. Creo que es la única que no acepta ni su verdadero nombre.


-¿No se considera una Marta?


-Regular… Pero ese es otro tema.


-Marta, yo hablé con Sofí hace unos días y me contó que intentó disparar a esa señora, y que era un monstruo y lo peor…


-Verás, a Sofí no le gusta que le muestren la verdad en su cara. Demasiado fuerte para ella.


-Pero nosotras no tenemos problemas en aceptar a Niña Grande como una Criatura Espejo.


-Igualmente trabajamos en ello. Aquí la convivencia es difícil si se la menciona. Como ves, cada una lo hace a su manera. Tú por lo menos sólo haces preguntas y apuntas cosas…


-Y busco atención.


-Y buscas atención, pero moderadamente. Por lo menos no entras en conflicto.


-Eso no lo sabes -desvía su mirada hacia un lado, algo triste.


-Eh -Sofí se asoma, permaneciendo en el marco de la puerta- ¿Podemos Peričina y yo poner música? Estamos jugando a una cosa sobre sitios abandonados del mundo y la sección Planeta Mágico de la web esta que tanto nos gusta.


-Sí, ponedla.


El kolo, lento, lánguido, propio de las tierras de Serbia, comienza a sonar en el salón. Es igual que la cabeza de Peričina: Una melodía de temperamento extraño, rancio, pero peculiar y adorable.


-¡El lago ese estaba en Nigeria!


-¡Que no, que estaba en Tanzania!


-¿El de color rojo estaba en Tanzania?



Parece que el ambiente es agradable, y sonrío por ello.


Treceañera me mira, paciente. La tomo de la mano.


-Niña Grande ha formado parte de nuestras vidas varios años. Cuando llegó, nos cogió a todas por sorpresa. Por mi parte y por la de Peričina, no acaba de haber problema, pero por parte de Sofí hay cosas… Aunque poco a poco lo podrá aceptar. 


-Pero, ¿qué cosas?


-Sofí vincula, de manera más fuerte, recuerdos de nuestros seres más queridos y marcantes en nuestra vida con ella, con su figura… Y encima, esta concretamente, le recuerda a Gospozha


-Pero yo creo que esa Niña Grande es más buena persona que Gospozha.


-Ya, pero tú sabes cómo es Sofí. Salió herida, se avergüenza de sus sentimientos y no quiere sentirse vulnerable. Aunque, últimamente… No lleva mal esto de que no la acepten. Parece darle cada vez más igual. Estoy orgullosa por ella.


Peričina interrumpe, desde el marco de la puerta.


-¿Un bote de Nutella no tendrás…?


Golpeo la mesa.


-¡A callar! Que es muy temprano para ponerse una a comer esas cosas.


La serbia levanta la palma de la mano, abriendo mucho los ojos.


-Descuide usted - y abandona la estancia.


Suspiro, pero para cuando voy a recoger la bolsa de magdalenas, alguien llama a la puerta.


Inmediatamente, en el salón deja de sonar la música. Sofí y Peričina vienen a la cocina.


-Están llamando. ¿Qué hacemos, ama?


-¿No será…? -intuye una Peričina algo nerviosa.


-Callaos -me levanto de la mesa pesadamente, las obligo a permanecer en la cocina. 


El sol es lánguido, aún amanece, pero el día parece prometer. 




Abro la puerta despacio.


-¡HOOOOOLA!


-¡Shhhhh! -me llevo un dedo a los labios, y dejo la puerta entrecerrada a mis espaldas. 


-Uy, perdona. ¡Je, je!


-¿Qué haces aquí? -la miro extrañada. En serio, ¿qué hace aquí?


-¡Ay, venía para ver cómo estabas! Estás perdidilla, ¿no…? ¡Jaa, ja, ja! 


-Escucha. -agacho la cabeza y cierro los ojos un momento, tratando de calmarme. 


Inspiro. 


Los vuelvo a abrir, y la miro.


 -No puedes estar aquí. 


-¿Por qué no? 


-Porque…


-Perdona, no, si yo no quería molestar, pero me tenías preocupadilla y quería saber si estabas bien o si te pasaba algo…


-Estoy bien. -pego la espalda contra la puerta- Pero si se enteran las niñas de que estás aquí, si se enteran mis hermanas, se van a alterar mucho. 


-¡AY! ¿PUEDO SALUDARLAS? -hace amago, con la cabeza, de intentar mirar tras mis espaldas.


-¡SHH! No, no puedes. ¿Sabes el lío que va a ser? Peričina te va a matar a preguntas, tal vez incómodas. A Sofí le dará un infarto y comenzará a reprocharte cosas, si es que te habla… Y bueno, la adolescente está ahí dibujando y da menos problemas.


-¡Oh, la pequeña Marta!


-Sí…


-Ay, jo, bueno… Otro día será.


-Escucha, si quieres hablar podemos vernos esta tarde. Creo que mereces una explicación.


-¡Vale, por mí guay! 


-En el parque de la Vuzrazhdane. Donde el parque acuático.


-¡Ah, pero si no me he traído bañador a Sofía! ¡Aaa, jajajaja!


-No, shh, baja la voz -hago ademanes con la mano para disminuir el volumen- No vamos al parque acuático, era sólo una referencia.


-Una bromilla, ¡mujer! Jajaja… -al verme seria, cambia el semblante, y se cruza de brazos-. Bueno, sí, está bien que hablemos las cosas. Siempre es bueno que lo compartas conmigo, para eso estamos.


-Venga, hasta luego -me apresuro a volver y cerrar la puerta bruscamente.


-¡Eh, no me has dicho la hora!


-A las seis.


-Seis y media, porfa...


-Perfecto.


Cierro la puerta.


Vuelve a sonar el timbre.


Abro bruscamente.


-¿Qué? 


-¿Está por ahí Sofí? ¿De verdad que no puedo saludarla? -intenta mirar tras mis espaldas nuevamente, ahora que se ve algo más de la casa.


-No.


Pero ella alza la voz.


-¿Pero ella no estará tratando de esconderse, veeerdaad…? -pregunta pícara, poniéndose de puntillas.


Sabe que la está oyendo. 


Sofí, en la cocina, tiene la espalda pegada contra la pared. Los labios apretados y los ojos muy abiertos. Respira profundamente.


-¡Poorque yo también se jugar al escondite! ¡UAAA, JA-JAAA!


-Lo sabía -murmura Peričina, junto a Sofí. 


Treceañera garabatea en el cuaderno, escuchando todo, volviendo la cabeza de vez en cuando. 


-Por favor, vete. -le digo molesta.


-Vaaale… Jo… ¡Hasta luego, Martaa!


Cierro la puerta. 


Dios, apiádate de mi alma.




Va ya siendo la hora de comer y tanto las chicas como yo salimos a almorzar fuera.  



El lugar es bastante moderno, y en cierto modo futurista, al igual que el barrio en el que nos encontramos. A ver, yo no recuerdo que Sofía tuviese un barrio así, pero bueno.


La estancia es grisácea, insípida. Es el comedor de una universidad privada, y es al aire libre, como en una terraza. Supongo que los chicos tienen que pagar mucho dinero para estar aquí. Porque, por supuesto, todo esto está lleno de estudiantes, vestidos a la manera moderna y occidental: Vaqueros, tops, vans… 

Unos escuchan música con los auriculares puestos, pendientes de las pantallas de los móviles, ajenos a todo lo que les rodea. Otros charlan en las mesas, comentan, hablan alto, y etcétera… Y pues supuestamente son jóvenes de nuestra generación. 

Hacía mucho que no los veía. Me fijo en la mesa de al lado, hay una chica rubia vestida muy a la moda: Vaqueros de talle alto, converse como calzado, rubia de pelo ondulado y piel algo tostada. Tiene un collar bonito, sencillo, de color dorado, parecido al mío. Me fijo bien, y me recuerda un poco a los collares de monedas, regionales del Pirin. Pero, por supuesto que ese no es un collar del Pirin.


Miro nuestra mesa mientras sirven platos, y es que nosotras somos la excepción del lugar. Tres vamos de folklóricas, y la Treceañera querida, con una camiseta de mariposas y unos vaqueros que le quedan grandes. Pero hoy se ha puesto las lentillas. Es raro, eso sólo lo reserva para cuando le apetece mucho un plan -que pasa, casi nunca-.


-Entonces luego te vas -Peričina comienza su interrogatorio.


-Eso es. Es mejor no ocultaros nada. 


-Qué grande eres. Eso está muy bien. Eh, Sofí, qué callada estás. -Sofí sólo tiene ojos para el tenedor.-


-Tenía hambre -contesta fría y orgullosa.


-Escuchaste a Niña Grande en la puerta, ¿verdad?


-Sí. ¿Qué pasa con eso? -responde defensiva.


La serbia la abraza por los hombros, con una de sus sonrisas afiladas.


-La Niña Grande te va a poner un pedazo de cero en el examen…


-¿¡Qué dices!? -exclama horrorizada- ¿Qué examen ni qué examen?


-Por Dios, chicas, callaos, para una vez que salimos todas juntas. Cooompórrtense… -y es que no me disgustan en absoluto estas situaciones. En el fondo, son graciosas.


-No quiero saber nada, dejadme. Yo sólo quiero comer. -mira su plato-. No me apetece verla, ya sabéis que es agresivo para mí. Peričina, tienes que hacerle unas preguntas por mí.


-Todas las que tu quieras. 


Muchos muchachos de nuestra edad pasan por nuestro lado, y Peričina los escudriña a todos, pasando ojos de un lado a otro, clavándolos fijamente en cada uno de ellos. 


-¿Y a ti qué te pasa? -le pregunto.


-Me gusta observar -se encoge de hombros-. Les voy a pedir fuego a uno de esos. -señala con la cabeza una mesa, próxima a nosotras.


Pero claro, se levanta, pide fuego y se dedica a charlar con ellos un largo rato.


Vuelve triunfadora. 


-Ya os lo dije, es mucho más fácil hacer amigos hombres que amigas mujeres.


-Eso no hace falta que me lo digas -Sofí mira hacia la mesa de los chicos. 


-¿Amigos? ¿Eso se come? -Treceañera parece indignadita.


-Depende de como lo mires -contesta Peričina.


-Peričina, no seas puta, que sólo tiene trece años. -reprocha la de dos trenzas.


-Tú tampoco eres una santa, Sofí.


-Pues tú menos.


-Yo por lo menos no voy escondiéndome de la gente y lloriqueando.


-Eres una payasa. Eso es lo que eres.


-Callaos -concluyo así la discusión, calmada.


Todas suspiramos al unísono.


-Qué raras somos… -digo apoyando la cabeza en una mano.


-No, es que somos más sinceras -defiende Sofí.


-Pues a mí ser rara me gusta. Es guay -defiende una tímida pero aventurada Treceañera.


-¿Cómo te va con la Partenueces? -le pregunta Peričina.


-¿Mi bullier? Mal. Muy pesada. Aunque depende del día viene simpática o con ganas de destrozarme. 


-El conflicto de la adoración y el odio -añado.


-¡Nos adoran! -chilla emocionada Sofí.


-Algo tiene que haber en mí para que me odien tanto -reflexiona Treceañera.


-Simplemente, es miedo e incomprensión. La gente no está acostumbrada a alguien como nosotras. -aclaro.


-Será lesbiana la tía esa -afirma Peričina encogiendo los hombros, y haciendo un mohín con los labios, algo destintados por la comida.


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