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Entrada Final

Svetá Nedelya, la iglesia principal, corona el corazón de Sofía, siendo observada por las estatuas de los imponentes leones del parlamento. Las montañas, aún algo nevadas, se imponen y rodean el paisaje. Las gentes caminan y el viejo tranvía verde cruza ante tus ojos, haciendo CLAC CLAC CLAC. Sofía es un descascarillado feliz, una postal. Es bonita y hay que saber verlo. No está tan mal, ¿no? Aunque Sofí, por alguna razón, parece preocupada. Y es que se ha vuelto a subir a una de las azoteas de los bloks, en la periferia de la ciudad. Observa la montaña Vitosha muuucho mejor. Bonita, verde, algo nevada todavía... Y abajo puede ver como la hierba ha crecido generosamente, y cubre los piececitos de los niños, que están jugando en esos parques antiguos, en esos toboganes de latón, esas redecillas oxidadas... Sofía intenta ser moderna, pero Sofía no puede evitar ser lo que es. ¿No? Peričina observa, desde las ventanas empañadas del tranvía, las casitas nuevas de estilo búlgaro, pero bien p

¡Día libre! Y pactos...

-¡¡GHYAAAAAAGGHH!! Por: Peričina Sofí, al día siguiente de mis disculpas hacia Su Majestad Niña Grande, se levantó irritada. Estaba callada, y decía cosas como "no, déjalo estar", "sí, todo está bien". Pues no, no estaba bien. ¡Ja ja ja! No lo estaba. -¡¡GHYAAAAAAAAAAGHH!! Derriba todo lo que hay en la mesa, la golpea fuerte, se levanta, y grita: -¡ESTOY HARTA DE NO PERTENECER! ¡ESTOY HARTA DE QUE NO ME NECESITEN! Marta y yo nos miramos. -Tienes que asumir tus responsabilidades, Sofí -dice nuestra cabecilla, preocupada. -¡No está hecha la miel para el cerdo! ¡Que se jodan! -contradigo, volviendo a desperezarme en la silla, repatingada, leyendo un periódico viejo. Marta me mira, algo afligida. -Tú tampoco ayudas. -Colaboremos -dejo lo que leo, me dirijo hacia ella. Sofí está calladita. -Colaboremos, en serio. Tú le haces de mamá y yo le hago de... -Satanás, sí. -¿Qué? ¡No! Yo sólo quiero que le importe tres cojones lo que hagan los otros. -Y yo que asiente la cabeza,

Disculpas

Al mediodía, tras levantarse de la cama, Peričina se apresuró a salir, diciendo un: -¡Me voy! Ahora vuelvo. No me explica a dónde. Aquí a veces nos ocultamos las cosas, bonita práctica... Como yo no he ido, y dice que no puedo saber, ni entender nada, me ha pedido si podía narrarlo ella misma. __________________________ Por: Peričina Madre mía, menos mal que me ha dejado hablar. ¡Cojones, ya me tocaba a mí, en serio! Si es que, es que, no veas... Que si Sofí, que si ella... Menudo coñazo es Marta para narrar a veces, pero bueno, no pasa nada, porque yo narro mejor. ¡Eso seguro! ¡Así que al lío! Yo me froto las manos, y te cuento. Salgo, sin dar explicaciones. ¿Por qué? Pues porque decido disculparme. Yo también tengo corazón.  Me dirijo hacia su casa, una de las que están en las decenas de direcciones de hogares que tengo en la cabeza, y que los demás no saben que almaceno. Las atesoro con el mismo cariño y esmero que las coreografías de los kolos. Que bueno, eso, a fin de cuentas, que

Palabras de Peričina

¿De qué se ríen tanto? En serio ¿de qué coño se ríen? Eso me he preguntado yo, a lo largo de la historia. De los años, años van, años vienen... Pero, que eso, a fin de cuentas, ¿de qué se ríe tanto la gente? Siempre me ha sorprendido la facilidad con la que los demás podían encontrarle el humor a algo. Reírse de absolutamente todo, a carcajada limpia... Nunca lo entendí, y siempre fruncía el ceño en público: "¿Dónde está la gracia? ¿No será que yo soy una infeliz?" -pensé. Después descubrí que no, no, yo no tenía problemas de ningún tipo, o al menos hasta el punto de no poder reírme de nada. Y es que resulta que se juntaban dos cosas: Una, que mi tipo de humor era bastante diferente al de resto de mortales, y dos, que la gente era lo suficientemente estúpida como para querer fingir que todo se les hacía maravilloso y sorprendente. Pues, pues... ¡verguenza tendría que darles! Pero aquí la cosa no acaba. Me preguntó Marta, antes de echarme a dormir, que si yo podía sentir, sent

Una conversación con Peričina

  NARRADO POR MARTA -Y para los que no lo sepáis, yo tengo un corazón puro -Peričina saca el dedo índice, y está hablándole a la nada. -Peričina, ¿qué haces? -pregunto. -Oh, nada, reflexión final después de unas cuantas cervezas. La luz del sol ya comienza a filtrarse, a través de las ventanas. -...me voy a dormir -abre la puerta, cansada. -Peričina, espera -se detiene- Quiero hacerte unas preguntas. La joven bufa. -Siéntate -le insisto, sentándome yo primero en la cocina, dando palmaditas a la mesa.  Se sienta como los señores de sesenta años serbios, pesadamente. -Buaaafff...  -Peričina. A lo largo de estas semanas, considero que no te hemos dado el reconocimiento ni el sitio que te mereces. Ahora quiero saber tu opinión, ¿puedo escucharte? -Sí... claro... -se lleva las manos a la nuca, desperezándose, cual turista en la playa. -¿Consideras que eres excéntrica? Se inclina hacia delante. -No. -tiene el pintalabios un poco corrido. -Peričina. Vas por ahí

¡Persona de Suiza!

¡A mi fiel lector de Suiza! Gracias por estar atento, o atenta, a mis escritos. ¡Me gustaría saber tu opinión, en la caja de comentarios!  Un saludo, Marta :)

Lágrimas que derriten

Sólo las lágrimas derretirán el hielo que cubre al corazón. Comienza a llover de nuevo. Las tres chicas respiran pesadamente, con la vista clavada en el cuerpo, inerte, de la peculiar invitada de esta noche. Es entonces cuando una voz emerge, más allá de las miles de gotitas nocturnas que caen ante los ojos de las jóvenes, más allá de los arbustos mojados, más allá de los coches aparcados. -¡Periičiiinaaaa...! Peričina se gira, enérgica. Intenta vislumbrar, con entereza, con semblante firme, al ser que le llama. Poco a poco oye más y más voces, y vislumbra un grupo de personas, numeroso... Cinco, seis, siete... ¿Son diez, doce tal vez? -¡Peričinaaaaa!  La serbia ahoga un grito. -¡Ay! ¡AMIGOOOOS! -corre, corre feliz hacia ellos, y se ve envuelta en un gran abrazo del grupo, que la rodean amorosamente, igual que Sofí con las Estrellitas. Se gira hacia las otras dos compañeras. -¡Chicas, chicas! ¡Venid! -se acercan ambas, tímidamente, mientras la extrovertida hermana va señalando a cada u