Cómo engañar a tu profesor de instrumento.
Amigos, amigas y compañeros que no me agradáis, bienvenidos a un nuevo post que pocos músicos se atreverían a publicar, pero aquí está el blog, para comentar lo que todos intentan evitar a toda costa por temor al qué dirán.
A lo largo de la vida de un músico se viven muchas emociones, pero no nos referimos a las emociones cliché que tanto aparecen ahora en los textos de cumpleaños de las publicaciones de Instagram, sino a las verdaderas sensaciones que experimenta un humano elevado en la disciplina de la música, tales como la que expondré hoy y cómo remediarlas.
Ha de darse más que por hecho que un músico debe practicar su especialidad día tras día para conseguir resultados, mas... ¿Qué hay de aquellos días en los que nos reunimos con nuestro profesor y, debido a unas circunstancias u otras, no hemos podido tocar desde la última clase?
En mi caso era por flojera, porque amigo, yo como dibujante curraré, pero siempre he tenido grandes dificultades para disponerme a la práctica de mi instrumento -con suerte cada vez mucho menos-.
Esos nervios que afloran de tu pecho. Ese estómago revuelto. Latidos contundentes, garganta ardiente, tragando saliva como bolas de piedra. Las respiraciones se vuelven finas cuchilladas en el esternón. Las manos, temblorosas y empapadas de sudor, mojan el mango del estuche del instrumento musical.
Llamas a la puerta y saludas. Te tiembla la voz. Tu profesor, en cambio, parece despreocupado, pero te clava una mirada sincera, lanzándote un mensaje: "Estás nerviosillo. ¿No has tocado mucho, verdad?"
Prosigamos, pero para el punto de vista de un alumno de cuerda frotada.
Desenfundas tu material lentamente, intentando abarcar el mayor tiempo posible de la clase, pues un segundo menos de evidencia de tu poco estudio es un regalo del cielo.
No das ni una en la partitura y afirmas: "Uf, me es muy difícil".
Cuando ves que no te quedas con el señor que imparte la materia, acabas soltando: "Eeesta semana no heee podido tocar mucho..."
¡SEÑORAS Y SEÑORES! ¡Así no se deben de hacer las cosas! Lo digo por experiencia.
Hay dos factores clave para engañar a tu profesor, y los problemas se quedarán aquí después de consultarme:
El primero es meditar, ya que por una clase no pasa nada, y como no es ningún tabú, se le dice: Mira, esta semana no he podido tocar mucho. Así, natural. El profesor tendrá paciencia esa hora contigo. Recuerda que no le estás sirviendo a él, ni ofreciéndole un servicio, te estás sirviendo a tí mismo, que eres el que está allí para aprender.
No obstante, a esta afirmación de no haber tocado se recurre cuando es claramente visible que no das un palo al agua en la partitura, que no aciertas ni una nota.
Es entonces cuando procedemos al segundo consejo:
Si no se lleva tan mal lo que se te tenía encomendado para esa clase, lo único que debes hacer es ir con seguridad y decir: Bueno, si no he tocado, me va a salir mal de todas formas.
Y funciona. Ve seguro. El NO de tocar decentemente ya lo tienes. Como ya no tienes nada que temer, pues ya te lo esperas, no te estreses y piensa que saldrá lo que tenga que salir, pero con la actitud de haber tocado a lo largo de la semana por delante, como si llevaras cinco horas diarias encima.
No con esto estoy diciendo que se la colaréis siempre, tan sólo en ocasiones escasas, pero recordad:
¡¡¡¡¡Hay que estudiar en casa!!!!!!
A lo largo de la vida de un músico se viven muchas emociones, pero no nos referimos a las emociones cliché que tanto aparecen ahora en los textos de cumpleaños de las publicaciones de Instagram, sino a las verdaderas sensaciones que experimenta un humano elevado en la disciplina de la música, tales como la que expondré hoy y cómo remediarlas.
Ha de darse más que por hecho que un músico debe practicar su especialidad día tras día para conseguir resultados, mas... ¿Qué hay de aquellos días en los que nos reunimos con nuestro profesor y, debido a unas circunstancias u otras, no hemos podido tocar desde la última clase?
En mi caso era por flojera, porque amigo, yo como dibujante curraré, pero siempre he tenido grandes dificultades para disponerme a la práctica de mi instrumento -con suerte cada vez mucho menos-.
Esos nervios que afloran de tu pecho. Ese estómago revuelto. Latidos contundentes, garganta ardiente, tragando saliva como bolas de piedra. Las respiraciones se vuelven finas cuchilladas en el esternón. Las manos, temblorosas y empapadas de sudor, mojan el mango del estuche del instrumento musical.
Llamas a la puerta y saludas. Te tiembla la voz. Tu profesor, en cambio, parece despreocupado, pero te clava una mirada sincera, lanzándote un mensaje: "Estás nerviosillo. ¿No has tocado mucho, verdad?"
Prosigamos, pero para el punto de vista de un alumno de cuerda frotada.
Desenfundas tu material lentamente, intentando abarcar el mayor tiempo posible de la clase, pues un segundo menos de evidencia de tu poco estudio es un regalo del cielo.
No das ni una en la partitura y afirmas: "Uf, me es muy difícil".
Cuando ves que no te quedas con el señor que imparte la materia, acabas soltando: "Eeesta semana no heee podido tocar mucho..."
¡SEÑORAS Y SEÑORES! ¡Así no se deben de hacer las cosas! Lo digo por experiencia.
Hay dos factores clave para engañar a tu profesor, y los problemas se quedarán aquí después de consultarme:
El primero es meditar, ya que por una clase no pasa nada, y como no es ningún tabú, se le dice: Mira, esta semana no he podido tocar mucho. Así, natural. El profesor tendrá paciencia esa hora contigo. Recuerda que no le estás sirviendo a él, ni ofreciéndole un servicio, te estás sirviendo a tí mismo, que eres el que está allí para aprender.
No obstante, a esta afirmación de no haber tocado se recurre cuando es claramente visible que no das un palo al agua en la partitura, que no aciertas ni una nota.
Es entonces cuando procedemos al segundo consejo:
Si no se lleva tan mal lo que se te tenía encomendado para esa clase, lo único que debes hacer es ir con seguridad y decir: Bueno, si no he tocado, me va a salir mal de todas formas.
Y funciona. Ve seguro. El NO de tocar decentemente ya lo tienes. Como ya no tienes nada que temer, pues ya te lo esperas, no te estreses y piensa que saldrá lo que tenga que salir, pero con la actitud de haber tocado a lo largo de la semana por delante, como si llevaras cinco horas diarias encima.
No con esto estoy diciendo que se la colaréis siempre, tan sólo en ocasiones escasas, pero recordad:
¡¡¡¡¡Hay que estudiar en casa!!!!!!
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