Tomando responsabilidades

 El sol no brilla tanto. No es porque sea un día triste, simplemente, que el sol no brilla, está algo más nublado. Tanto Sófia como yo, observamos el día desde un mirador, sentadas sobre la antigua estatua en honor a la Unión Soviética. 

Y por allá están las cúpulas, y por allá las plazas, la gente… El Vitosha está nevado, porque es invierno, invierno… 


Ambas miramos al horizonte, entonces. Sin fijarnos en nada en específico, y a la vez todo. Nuestros piececitos cuelgan del monumento. Ella, de Sofiiska, y yo, del Norte. Una de negro y blanco, otra de rojo y blanco. Pero ambas con trenzas. Ambas con bordados y mucho amor. 


-Qué fea es Grad Sófia -dice Sofí, para mi sorpresa.


-¿Cómo?


-No es para tanto. Ni esto era tan bonito… Ni nosotras éramos tan buenas. La ciudad ha cambiado… 


-No hemos cambiado, ni la ciudad, ni nosotras. Ha cambiado nuestra percepción.


-Entonces sí que hemos cambiado nosotras. 


-Las cosas no son ni mejores ni peores fuera de nuestra imaginación o percepción… Sólo distintas, y eso lo hace bonito también.


-¿Sabes qué es lo que pasa? -Sofí se pone en pie, hacia mí, con las manos en la cintura, desafiante.


-¿Qué?


-Que has vivido engañada toda tu vida.


-¿¡Cómo voy a vivir engañada toda mi vida!?


-No eres el tipo de persona que crees que eres…




Un sol brilla, radiante, sobre el hormigón del suelo del patio de Educación Física. El edificio del antiguo marquesado se yergue, de tonos amarillentos y tierra.


Los setos, verdes, tienen alguna abejilla saliendo y entrando, y desprenden piños pequeñitos. Los pájaros cantan, es primavera y eso se sabe.  


Marta la Treceañera ya no está de uniforme, pero sin embargo permanece allí, sentada en uno de los escalones, junto a los setos, dibujando y escribiendo historias bonitas.


Mira al cielo, y se coloca la mano en el mentón: “Ah, ojalá viniera un príncipe azul, ojalá algún mensaje oculto y secreto, algún lugar abandonado, entablar amistad con seres del Más Allá, pasear por las calles de Prypiat… Ojalá volver a este colegio… Aunque realmente no esté aquí, y sólo en alma…” 

Suspira. La feria de Sevilla se acerca. 

Pero, entonces, siente que algo anda raro. Muy raro. Entorna sus ojos a aquello que siente escuchar, concentrada. Tras las gafas rosas, brillantes, se esconden unos ojos impulsivos, que prometen ser la Sofí del mañana. Aprieta los dientes, cubiertos por brackets, bajo unos los labios secos.


-Hm… No será que… Hm… Oh. 




-¡Eres una impostora! -Sofí se abalanza sobre Marta, que intenta defenderse. Esta primera le tira de las trenzas y del trajecito, consiguiendo despeinarla. -¡Te odio! ¡Ahora tú también vas a querer quitarme el puesto! ¡Ahora quieres ser yo!


-¡No, Sofí, para! ¡Déjame!


-¡No eres la persona que crees que eres! ¡No eres la persona que crees que eres!


-¡Tú tampoco! -Marta la empuja, con ira, y deja de defenderse para pasar a ser atacante- ¡Deja de hacerte la victimista! ¡Que seas genial no significa que no merecieras que se metieran contigo! ¡Te lo mereces! ¡Por rara!


Desde el suelo, Sofí ahoga un grito, afectada, pero vuelve a levantarse y se pegan mutuamente.


-¡La victimista eres tú! ¡Tú no eres tan débil y buena! ¡Tú también eres puñetera y peligrosa como tus enemigas! ¿Quién querría juntarse contigo? ¡Tú te lo buscaste, traicionera! 


-¡Estás repitiendo las palabras de Antonella!


-¡Siempre…-forcejea- fuimos… insoportables!


-¡No es mi culpa que seamos tan maravillosas y tengamos tanta personalidad!


-¡Ya lo sé, pero tú eres una impostora!


-¡¿Por qué?!


-¡Dices lo que crees ser, pero no eres tan mosquita muerta como te crees! ¡Te odiaban por algo!


-¡¿Por qué?!


-¡Porque decías lo que te daba la real gana e ibas por libre!


-¡¿Y eso es malo?!


-¡Eso es maravilloso, pero nunca crees en ti misma! ¡Nunca lo suficiente!


Marta aplasta su mano contra la mejilla de Sofí,  empujando su cabeza hacia atrás.


-¡Tú también eres así y no te miras! ¡Eres mi espejo! ¿Qué no entiendes? ¿Quieres que llamemos a Jung y lo hablemos? ¡¡No es mi culpa que seamos la misma persona y alguien nos haya desdoblado para escribir sobre nosotras!  ¡No soy una impostora! ¡SOY TÚ, y los límites entre nosotras cada vez están menos definidos!


-Vamos a misa, vamos a la catedral -toma la muñeca de Marta muy fuerte, tirando, y señala las cúpulas verdes y doradas.


-¡¿Para qué, Sofí?!


-¡Para rezar! Vamos a pedirle a Dios por nosotras.


-¡Sofí, eso ya no hace falta, el colegio ya se acabó hace mucho tiempo! -Marta intenta zafarse.


Se acerca violentamente.


-Pues tú pareces no superarlo. -le espeta.


-¡Es mi origen! 


-Y el mío. ¡Impostora! Eres igual que yo y no lo has visto.


-Sí lo he visto, te lo acabo de decir.


-No, no, hay algo que se te escapa. Dices que lo somos pero no te acabas de dar cuenta del todo.


-¡Sigo sin entenderte!


-¡Porque eres tonta!


-¡Eres tonta tú!



-¡PARAAAAAAAD!


Treceañera irrumpe, separándolas. 


-Estoy harta de vosotras.


-¡Treceañera! -Sofí, firme, temperamental- Tienes que escucharme.


-¡Treceañera, yo sé lo que pasa! -reclama Marta.


-¡No pienso escuchar a nadie! -las mira, con la boca apretada. Tiene la cara mucho más redonda que las otras dos, debido a su corta edad. -Estaba dibujado tranquilamente e inmersa en mi mundo, evadiéndome de mis mierdas, y venís vosotras a interrumpirme, peleándoos, ¿pero qué es esto? 


Marta se cruza de brazos, mirando hacia el suelo, aceptando la bronca, mientras que Sofí entorna los ojos, de un lado a otro, evadiendo responsabilidad.


-Suficientes problemas externos tenemos ya, como para estar nosotras en conflicto. Es más, hm… ¡Oh, sí! ¡Gran parte del Problema lo tenemos nosotras! Y no hemos hecho nada por resolverlo, o mejor dicho, comprenderlo. 


-Te lo dije -espeta Sofí a Marta.


-¡Tú te has dejado ver ya hace tiempo! -la señala Treceañera de manera incriminatoria- Ibas por ahí hace años diciéndome que eras un ser de luz, ¿y sabes qué? Que lo eres.


-Vaya, gracias -contesta Sofí pedante, y ambas folklóricas se ríen.


-Pero tú… Tú tienes carácter, te lo ha dado tu familia, naciste para ser impulsiva y desbordada. Esto no es malo, pero no me parece bien que no me lo dijeses.


Sofí parece aceptar sus palabras, mirándola muy callada, con ojos atentos.


-¡Y tú! -señala a Marta- Tú eres una cobarde, una evasiva de tus propias emociones y problemas… ¡Y una mentirosa!


-¡¿Qué?! ¿Yo? ¿Por qué? -se pone las manos en el pecho.


-¡Porque no sabes ni lo que eres! ¡Sofí ha tenido razón de que vas de víctima! Y lo has sido, ¡pero sabes perfectamente que también la familia te ha dado buen carácter a ti! La doblegación no implica que no seáis la misma persona en esencia… Sois de lo que no hay.

Tienes el perfil de temperamental, impulsiva, y también de popular: ¡Has dicho lo que has querido, has tenido las opiniones y gustos que has querido, y encima te hiciste guapa con los años! ¿De qué va eso? 


-Vaya la herencia, ¿eh? -le dice Sofí.


-Y sin embargo… Sigues creyendo que eres medio imbécil o qué… ¡Estás tonta, pero tonta de remate! ¡Acepta que te odian por envidia! ¡Eres la persona que siempre has querido ser y nunca lo has sabido! ¡Envidias por ahí lo que eres, y tienes, y no sabes!


-Toma ya -dice Sofí por lo bajo, mirando al suelo sorprendida.


-Tú eres Sofí -le dice a Marta-, la Sofí que no te atreves a sacar. Y tú eres Marta -señala a Sofí-, la Marta sensible y buena que un día me decías ser y ocultabas últimamente, y que ahora fluctúa y fluctúa, aunque siempre a la defensiva… -relaja el semblante- Sed buenas, chicas… Sed buenas, sed sinceras, porque lo sois… Para eso he venido a ayudaros ahora mismo… Daos la mano. 


-Mejor las dos -decimos ambas. Nos las tomamos, encima de la gran estatua, con la ciudad de Sofía presidiendo. 


-Gracias -dice Marta.


-Gracias a ti -contesta Sofí. 


-Antonella, La Bruta y sus aliadas, Gospozha, Niña Grande… ¡Sólo son consecuencias! -prosigue Treceañera- El hambre siempre se ha juntado con las ganas de comer. Como mujeres, me han atacado por envidiosas, malas, acomplejadas o traumas por falta de afecto y empatía. Pero os diré un secreto: A mí en general no me ha gustado la gente, porque la gente me ha parecido poco inteligente en general. También he dicho lo que he querido y he sido maravillosamente repelente. Me he aislado porque no me quedó otra, y eso me hizo más difícil aún, porque el bendito excentricismo se pasaba de los límites, y eso que ya prometía... He sido poco tolerante con los demás, y de mis acosadoras o personas que me hicieron daño, siempre les he plantado cara y he podido sobrevivir sola. Tenía carácter y lo sigo teniendo. Y como ahora vosotras no sabéis a quién enfrentaros… ¡Tenéis que hacerlo con vosotras mismas! ¡Bah! Iros a tomar viento…

Bailemos.


Las tres chicas se toman de las manos y bailan un horo, sobre la gran estatua que preside la ciudad. El Vitosha está nevado, es el día de Baba Marta y la primavera se aproxima.


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