Antonella

Aunque el victimismo se me pueda dar bien, hay parámetros que no he podido sacar a la luz, tal vez por que no han estado surgiendo en estos relatos. 
Uno de estos parámetros es saber al dedillo más información de la cuenta de las personas que me marcaron. Estos son tomos, partes. Capítulos donde mostraremos el perfil psicológico de cada una de estas figuras que contribuyeron a mi excéntrico desarrollo -entendido, tal vez, como mi carácter naturalmente animal y poco adaptativo convencionalmente-.

He decidido llamar así a Parte I: Antonella, por el cierto parecido de esta persona con la malvada de Patito Feo, tenelovela argentina. Yo no me he sentado a ver esta serie cuando era pequeña, y la similitud que Antonella guarda con el personaje real que vamos a tratar no es por su papel y actitud en la clase, en el colegio, o en mi vida -aunque sea muuuy similar…-. Simplemente, es que me recuerda a Antonella físicamente.

Continuando con mi discurso, me he caracterizado desde que he tenido uso de razón, por rastrear y seguir los movimientos de aquellos que llamaban mi atención -que especialmente solían ser aquellos que me hicieron daño, concepto que ahora se transforma en “personas que tejieron mi crisálida de desarrollo”.

Parte I: Antonella, la segregadora

Antonella posiblemente naciese en Sevilla capital, pero no es esto algo que yo tenga muy claro. Nació un trece de junio de dos mil uno, y por alguna razón tuvo que mudarse, junto a sus padres y sus dos hermanos -siendo ella la mediana-, a Huelva, cuando era más o menos pequeña. Posiblemente por el oficio de su padre. Sé de que trabajan ambos, pero no me apetece que esta información pueda ser encontrada y suba la autoestima de esta joven por recibir atención -atención que, como veremos más adelante, no parecía tener suficiente-.

A los once años ingresó en el último curso de la Educación Primaria, en mi centro educativo -el cual parece no quedar muy claro que era mi segunda casa. O, directamente, mi casa.

Los hechos y movimientos de la entonces niña Antonella son los menos relevantes en este capítulo, pero yo sé que queréis saber sus jugadas, y en cierto modo es determinante para saber cómo ha funcionado su cabeza.

Antonella era de clase media, y en sus inicios con el grupo, se aislaba en parte, parecía evitar a los demás y poseía aires de grandeza. No es que se aislase por timidez, sino por algún tipo de orgullo. Huía de todos los grupos de Whatsapp recién metida en ellos.

Pasando los meses sacó los tentáculos. Mágicamente movía a su antojo, se apropiaba de personas y rompía grupos y lazos. Era de esas personas que tenían una cara dulce, como los caramelos de envoltorio color crema. Recuerdo que, en una recopilación de cuentos que tuvimos que escribir cada uno, con un tema relacionado con las mascotas, llamó al perro protagonista de su cuento “Praliné”. 

Tras recibir el palazo de que mis amigas decidiesen no quererme más, de manera mágica y aplastante, comencé a quedarme sola en el patio del recreo, mientras Antonella se apropió de mi antigua “familia femenina”. Después llegaron insultos de personas que conocía de la tierna infancia, o buenos amigos que vieron su comportamiento afectado al ser manejados por ella.

Yo es que realmente no recuerdo bien, con detalles, los sucesos, pero tanto en esta etapa, como en la otra siguiente de maltrato escolar, he tenido la oportunidad de reencontrarme con excompañeros de ambos entornos, y estos conducían las conversaciones a una disculpa hacia mí, no habiendo siendo agresores directos. ¿Qué vieron? No lo sé. No lo recuerdo del todo.

Continuando con Antonella, la cosa se puso más fea. Ella dominaba un grupo de unas cinco o seis chicas -actualmente son la mayoría de ellas cayetanas, una clase social donde ser pijo, tener ideologías de derecha y ser hipócritamente religioso se llevan de la mano-. 

Parece que, en septiembre de 2013, necesité una última oportunidad. Quise hacer un encuentro con mis compañeros del colegio e intenté organizarlo, justo después de acabar la primaria. Antonella movió hilos y decidió barrer y sacar tentáculo: Convenció a la clase para ir a lo que ella, muy casualmente, estaba organizando paralelamente. Sospechoso, ¿no?

No sé en qué momento fuimos al chat privado, pero desde fuera y con el tiempo se me torna como dos rivales fuertes, o al menos yo figuro como una terrible amenaza para alguien tan controlador: Ser del mismo sexo, plantar cara, ser indomable y excéntrica. 
Hubieron textos largos por parte de ambas. 
¿Nadie te soporta? No sé si me dijo algo así. 
Recuerdo la palabra “guapita” saliendo de las dos partes.

Parece, ahora que lo escribo, cómico. Dos niñas de doce años debatiéndose. Una tiene ansias de atención y liderazgo, además de manipulación, chantajes y posibles difamaciones. Otra se sale del redil, opina lo que quiere, no tiene sentido del ridículo, orgullosa de sus gustos, simpática, y no le gusta los One Direction. Y, por supuesto, nada manipulable -hablar de boy bands no le hacía mucha ilusión-.


No va a ir nadie”, me decía públicamente mi ex mejor amiga raptada. 
No recordamos si esto acabó en algún bloqueo, pero finalmente hicieron evento social en el hemisferio de Antonella, y yo me quedé en casa. 
Es como cuando un rey pierde estrepitosamente, pero sigue siendo un gran rey y un gran rival…

Los próximos años acudía, ya estudiando en otros centros de Educación Secundaria, a las fiestas de fin de curso de mi colegio, donde se seguía impartiendo también secundaria -aclaro que fui cambiada de centro principalmente por estos motivos, aunque mi madre quiso proteger la situación alegando que era por otras razones.

Ella me observaba, parecía interesada en mi presencia. Solía parecer querer tener algún tipo de extraño contacto conmigo. El primer año, “permitió” que su grupo subordinado pudiera pedirme que estuviese con ellas esa velada. El segundo año, cuchicheó de forma descarada sobre mí, a un metro de distancia si acaso, mientras me miraba fijamente: “Mira, estoy hablando de ti, ¿no vas a hacer nada?”
En el tercer año, intentó venderme algunas chucherías, de buena manera, para algún tipo de recogida benéfica, no lo sé. Lo intentaba de buenas maneras, más de una vez, mientras yo procedía a ignorarla o a contestarle lo justo. 

Por información fresca que me ha llegado, habiendo tenido reencuentro con algún excompañero, me afirman que durante la Secundaria destrozó a la clase. La despedazó, la dividió. Por otra parte, también destruyó al grupo de chicas sometidas, en el que se incluían mis dos amigas -la más cercana no podía saludarme ante ella, pues recibía un codazo y agachaba la vista-. Poco a poco comenzó a expulsarlas una a una, a recriminarlas y a señalarlas por cosas aparentemente estúpidas, viéndose rechazadas y apartadas por el resto del grupo organizado por ella, amén de las disputas entre el resto de la clase por su culpa.

Hoy en día forma parte de esa clase social llamada cayetana. Es miembro de actividades solidarias en un centro de Fe para jóvenes -bastante hipócrita-. Tiene novio y si no es tan mala persona como ella, no sé cómo aguantará sometido a semejante monstruo.

¿Qué diría Dios sobre ti, viendo tus actos hacia mozas de tu edad? ¿De qué sirve ir a juventudes católicas, si tu corazón no es limpio? 

Esta es la primera parte de mis exposiciones. Quedamos en la próxima.

GENTE CRISÁLIDA: DETONANTES DE MI DESARROLLO


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