Sobre estos tres días.
Con lo inteligente que es, y lo infantil que es a veces...
“-¿Tú no eres la Marta Alfaro?
Esta vez les ha plantado cara, así que responde:
-No soy Marta Alfaro. Te has confundido. En todo caso, mi ama se llama Marta de Alfaro.
-¡Claro que es Marta Alfaro! - espeta el chico, señalándola a sus compañeros, vestidos de adolescentes, seguramente vengan del instituto. Los Juicios, los llamaban... -¿No lo ves? ¡Si tiene la misma cara! Lo que pasa es que... ¿Ya no llevas gafas ni aparatos? ¿Se te han roto? Pues estás muy rara.
-No me hacen falta - se cruza de brazos.
-Venga ya, no me jodas - comenta burlón - ¿Y ese vestido? Siempre viviendo en tu mundo de color. ¿Ya no juegas al Animal Crossing?
-¡No, eso ya pasó de moda! -dijo apretando puños y estirando los bracitos.
-¿En serio, de qué vas vestida? ¿Se te ha metido el juego en la cabeza?
-Pero si ese juego lo jugué sólo un año - un año muy vulnerable, por cierto, pero que nada tiene que ver con el traje-.
-No sé, ese rollo de "muñeca folklórica" es muy raro... - los demás chicos de Los Juicios, que serán unos tres más, ríen.
"No contestes no contestes no contestes"
"Sólo yo he sido testigo de todo el proceso"
"No les eches cuenta"
"A lo tuyo a lo tuyo a lo tuyo Sofí, puedes con todo puedes con todo"
"No les des el placer de cabrearte no les des el placer"”
Despierta de una dulce cama. Ante ella, se encuentra el vestido, colgado en una percha. "Déjalo ahí, Sofí, lo he lavado y estoy esperando a que se seque" - le dijo Marta ayer.
Sale de las sábanas, se calza unas zapatillas de andar por casa. Tiene la cara hinchada de sueño, las trenzas despeinadas y los ojos algo cerrados. Se estira. Hace muchos ruidos y exclamaciones pero, aún así, ella parece bastante callada. Y no es porque se encuentre sola en casa, el motivo quizás sea otro.
Mira por la ventana. "Pues bueno, habrá que salir" - piensa. - "Ama me ha dejado aquí y no se qué hacer" - separa las cortinas, y mira hacia el otro lado de las vistas - "¿Cuándo volverá?”
Ha decidido desayunar en la calle.
Sí, claro, se la puede dejar sola. Ella se porta bien. Claro...
Se atavia con ropa de calle. Un abrigo morado acolchadito, unos pantalones anchos verdes, cerrados al tobillo, y unas botitas de nieve, aunque hoy no sea día de nieve... Pero es cierto que hace mucho frío...
La montañita Vitosha es bonita desde aquí. No ataca, pero amenaza en presencia. Una buena montaña balcánica. Pero sin esa frescura: Ahora está más seca y nevada. Hmm...
Sus trenzas vuelven a estar bien colocadas. "No, no necesito el vestido por hoy" - se dice.
Sale a la calle, apareciendo desde un portal de aspecto setentero, y unos matorrales secos de entre las baldosas. Si no fuese por la mirada o por movimiento y conducta, podría pasar perfectamente como una Marta.
La cosa es que no es muy Marta.
Sofí va andando, no le asusta mucho que haga un mísero grado en las calles. ¡Peor era la humedad sevillana!
Se acerca a una tienda de comestibles -pues aquí en Lyulin y Grad Sofiya siguen siendo más numerosas que las de algún asiático - y toma un bollito de pan dulce búlgaro, así como yogur frío -un Ayrian- y un café, pues le dio ese antojo que sólo le da cuando está en el extranjero.
Mientras lo hace, va repitiendo en voz baja todo lo que hace, en búlgaro. Le gusta escuchar la pronunciación en su boca. Después, se dirige al supermercado. Ya ha desayunado en el camino.
Tenía que hacer unos recados para la casa. Aunque, al llegar al establecimiento, no los recuerda muy bien, porque parece que se marea. En realidad, le gusta estar sola. Por alguna razón, estar rodeada de gente le pone nerviosa o triste. El caso es que parece descomponerse dentro del lugar. Pierde el equilibrio, tiembla un poco, se apoya contra la pared, y al final cae al suelo.
-¡Ay, no! - varias personas de avanzada edad van a ayudarla - ¿Estás bien?
Una de las chicas que trabajaba en caja, de unos treinta años, también va a a socorrerla al escuchar el pequeño barullo.
-Estoy bien, sí - Sofí se levanta con la mirada en el suelo, avergonzada. Da las gracias a todos, que le intentan ofrecer comprarle algo de comer, a lo que ella se niega.
Sale del supermercado con las manos vacías, diciéndose interiormente a sí misma por qué es una persona tan horrible, tan inútil y tan poca cosa.
¿Ni una simple tarea de supermercado puede hacer?
"¿Cuándo vas a estar bien? Parece que nunca. Definitivamente, eres retrasada" - se dice a sí misma, mirando al suelo, y con las manos en los bolsillos.
¡Y encima sin poderes! Parece haberlos perdido. Ni luz de sus manos, ni iluminación.
Estrellita las ha abandonado, Gospozha se fue casi sin mirarla también, y el sueño de los chicos burlándose de ella... Esto era el colmo. "Es todo tan horrible" - se dice.
Mientras camina, yo sólo tengo que opinar sobre el tema de los poderes. ¿Qué paso? ¿Qué era esa luz, capaz de levantar a un casi muerto Estrellita, una luz capaz de mover el mundo? Esa luz maravillosa que brotaba de sus manos…
Yo tengo aquí dos respuestas: O que esté muy feliz y llena de alegría, o que esté muy, pero que muy... Sentimientos muy malos, diciéndolo por lo suave.
En definitiva: Voluntad y una gran carga de energía. Un propósito. Una dirección. Un impulso. Y ahora mismo no parece tenerlo.
Eh, yo sólo hablo, sin corroborar nada, pero misteriosamente lo sé...
Sofí va a uno de los campitos con hierba entre bloques, que se abren para ella. Juega en los parques oxidados sola, agarrándose a los barrotes, girando alrededor de ellos, como un alma perdida.
Se tira por el tobogán, produciendo un ruido seco y ausente de emoción.
Tan sólo pasa, por allí, alguna señora con sus bolsas de la compra, que apenas mira.
Casi se queda dormida tirada por el parquecito, pero se levanta, y se dirige al portal de su casa, con labios fruncidos y manos en los bolsillos, nuevamente.
Se sienta en un banquito junto al portal, aparentemente devastada, encogida, con las manos aún guardadas, y el mentón colocado en el pecho, a modo de: "Me han metido una patada en el estómago".
Permanece así cuarenta y cinco minutos, pensando en vete tú a saber qué cosas, pero pensando mucho...
-Pareces un jubilado - Marta aparece con bolsas de la compra y vestida más elegantemente que su "gemela", con un abrigo largo y botas militares. Pelo suelto, porte seguro. - ¿Qué haces aquí?
-Me he quedado sin llaves.
Arquea una ceja, intentando comprender.
-Ah, que has salido sin llaves.
-Sí.
-¿Llevas mucho tiempo esperando?
-No.
Sin necesidad de ver, pues la conoce más que nada ni nadie en el mundo, comprende que no ha sido un buen día para ella.
-Va, venga - saca las llaves y señala el portal con la cabeza.
Sofí se levanta. Se siente débil, vulnerable, e infantil, pero no en el aspecto de madurez esta vez, sino en otros... Desprotegida, quizás.
Marta la abraza por los hombros, y entran al edificio, a casa.
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