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Mostrando entradas de marzo, 2024

Peričina Devetka

*Peričina: Leído como “ perichina” Cuando atardecía el sábado por la tarde, Peričina no sabía las cosas que le esperaban. Belgrado, Serbia. Las sombrillas, con sus puestecitos coloridos de refrescos, chuches y tabaco, ocupaban partes de la calzada. Hay edificios comunistas, sí. Edificios comunistas, distintos a los de Grad Sófia, pero transmitiendo la misma nostalgia, abanicada por el balanceo de los columpios infantiles. Mucha hierba, verde hierba entre bloques. Subidas, bajadas.  Un mundo sin explorar.  Peričina dejaba que la luz del sol, de vez en cuando, se filtrase a través de las calles. La Torre Genex imponía con su brutalismo, y el atardecer se reflejaba en esta.  Peričina lleva sus trenzas recogidas, a modo de corona, sobre su cabeza. Es inteligente, conoce a Sófia desde que eran pequeñas. Pero, pero es que… -¡Sófia! -llama jovial, adulta, moviendo los brazos. Su traje es colorido, es el traje típico de Serbia, con camisa blanca y chaquetilla negra con brocado de oro. Faldas n

Tomando responsabilidades

  El sol no brilla tanto. No es porque sea un día triste, simplemente, que el sol no brilla, está algo más nublado. Tanto Sófia como yo, observamos el día desde un mirador, sentadas sobre la antigua estatua en honor a la Unión Soviética.   Y por allá están las cúpulas, y por allá las plazas, la gente… El Vitosha está nevado, porque es invierno, invierno…  Ambas miramos al horizonte, entonces. Sin fijarnos en nada en específico, y a la vez todo. Nuestros piececitos cuelgan del monumento. Ella, de Sofiiska, y yo, del Norte. Una de negro y blanco, otra de rojo y blanco. Pero ambas con trenzas. Ambas con bordados y mucho amor.  -Qué fea es Grad Sófia -dice Sofí, para mi sorpresa. -¿Cómo? -No es para tanto. Ni esto era tan bonito… Ni nosotras éramos tan buenas. La ciudad ha cambiado…  -No hemos cambiado, ni la ciudad, ni nosotras. Ha cambiado nuestra percepción. -Entonces sí que hemos cambiado nosotras.  -Las cosas no son ni mejores ni peores fuera de nuestra imaginación o pe

Antonella

Aunque el victimismo se me pueda dar bien, hay parámetros que no he podido sacar a la luz, tal vez por que no han estado surgiendo en estos relatos.  Uno de estos parámetros es saber al dedillo más información de la cuenta de las personas que me marcaron. Estos son tomos, partes. Capítulos donde mostraremos el perfil psicológico de cada una de estas figuras que contribuyeron a mi excéntrico desarrollo -entendido, tal vez, como mi carácter naturalmente animal y poco adaptativo convencionalmente-. He decidido llamar así a Parte I: Antonella, por el cierto parecido de esta persona con la malvada de Patito Feo, tenelovela argentina. Yo no me he sentado a ver esta serie cuando era pequeña, y la similitud que Antonella guarda con el personaje real que vamos a tratar no es por su papel y actitud en la clase, en el colegio, o en mi vida -aunque sea muuuy similar…-. Simplemente, es que me recuerda a Antonella físicamente. Continuando con mi discurso, me he caracterizado desde que he tenido uso

Una reflexión

Cuando era pequeña fantaseaba con ser el hada del arcoíris. Iconos femeninos como Barbie o Daisy Bros eran mi inspiración -aunque lo de Daisy vino algo más tarde-. Yo adoraba todo lo relacionado con las princesas, la magia, las hadas y el color rosa. Todo lo considerado intensamente femenino para una niña pequeña. La purpurina, las canciones donde yo podía ser la protagonista. Imaginaba e imaginaba. Siempre era desbordante. Me maravillaba dibujar e inspirarme en aquello que veía en mis películas favoritas o en las muñecas que tenía. Dibujaba princesas y delfines. Después comencé con los cómics, alguna obra de teatro, iniciación a la poesía y mis estudios musicales.  Igualmente yo tenía algo, pero es difícil poder explicar el qué. Los arrebatos de creatividad te superan, vienen como tormentas. El mundo interno emocional, complejo, vívido, y de un abanico a veces ilimitado, sin saber cómo calificar las nuevas sensaciones, que desde pequeña me impresionaban. Yo era creativa hasta en mis v

Y ahora, ¿qué?

¿Sofí…?  Sofí no está. Sofí soy yo. Grad Sofiya. Mercado de Dimitar Pepkov. -¡Hombreee! ¿Cómo están las mujeres? -saludo afablemente con un cesto lleno de compritas, y ataviada con dos trenzas, a la manera de Sofí, y un traje búlgaro de la zona noroeste, próxima a Serbia. (Este traje se compone de vestido blanco bordado, pero en lugar de llevar parte de arriba, lleva sólo unas faldas, y un delantal encima, de cintura para abajo). -Espera -Sofí empieza a entrar en conflicto, y me señala- ¿De qué vas vestida? -me observa detenidamente, mientras comienza a dar vueltas a mi alrededor, observando los detalles del atuendo. -¿Vas vestida de mí? -No, de mí -contesto orgullosa. Sofí abre la boca, sorprendida. Treceañera presencia todo, con su camiseta de mariposas predeterminada de Alcampo y mucho estampado de purpurina.  -¿Ya no más magia? -pregunta mi Sombra. -La magia la llevamos nosotras -le contesto. Sofí mira los bloques comunistas a su derecha, que parecen una gran colmena. -La magia la