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Mostrando entradas de enero, 2024

Bollitos de canela, fiebres y un hospital

 -Respira… ¡Sofí, respira! ¡Tranquila!  Ella tiene la mirada muerta, la cara rígida. Lo intenta, pero sólo consigue hiperventilar. Aquí estamos todas controlándola, pero no hay manera. Sé que algo no está yendo bien del todo, pero me alegro de que sea así. Va a tener que exteriorizar mucho. Siempre ha estado de los nervios, y lo mejor que le puede pasar es que le pase factura. Tendrá que calmar el temperamento, pero, ¿cómo? Sé que mientras yo no estaba, paseando sola por los barrios, tropezó y perdió el conocimiento. Yo no sé cómo. Esto fue poco después de nuestro almuerzo dominguero en el salón bosnio. Las niñas estaban medio dormidas, o al menos creo que dormían. Sólo las mayores atendemos a Sofí.  El caso es que perdió el conocimiento y cayó al suelo. Algo la habría superado energéticamente. Sofí despertó entre fiebres altas y apenas podía balbucear. Esto me asustó mucho cuando me enteré. Bueno, o al menos, en parte. Digo cuando me enteré porque no fui yo la que la cuidó. Alguien la

Familia de Martas

Es una fiesta. Es una fiesta en Bosnia y Herzegovina. La gente baila en grupo, cogidos de la mano, canta, y se divierte. Es un gran salón, una estancia para celebraciones. Todos parecen muy felices. ¿Qué hago yo aquí? La música tradicional bosnia suena a toda pastilla. El desenfreno -saludable- inunda la estancia. No puedes evitar sentirte feliz aquí. Es… Es perfectamente idílico para alguien como yo. Familia, amigos, comida, bebida, y mucha música y sudor tras bailar, algunos descalzos… ¿Qué se está celebrando? Pues eso ya no lo sé. -¡Adelante! -dice Sofí. Parece abrirme las puertas del salón, y me lleva a través de este. Yo la sigo. Parece conocer bien el sitio. - Te estábamos esperando. Hoy tenemos asignada una mesa muy especial. Y en efecto, el salón estaba rodeado de mesas redondas -como las de boda- cubiertas por manteles blancos. -¡Aaa-hóoo! ¡Ya estamos aquí! -dice Sofí a la mesa. Lo único que puedo hacer es arquear una ceja ante la incredulidad de la situación. -Sofí, pero… -¡N

Treceañera hace su aparición

Todo es difuso, hace mucho tiempo que todo es tan difuso… Alguien parece bailar a la orilla de un gran charco, baila con alguna música en su cabeza, sí… Yo creo que puedo oírla. Sofí se balancea animadamente, sin intención de hacer una coreografía perfecta… Pero esa Sofí se convierte en la flequilluda de trece años, y la flequilluda baila, y luego vuelve a ser Sofí, y luego otra vez la flequilluda de aparatos… -¡SOFÍIIIII! Marta la púber, la que aún no sé ni cómo calificarla -pues ha llegado así, sin más, repentinamente- se abalanza sobre Sofí y la abraza. Yo estoy intentando comprender cuál es la diferencia conductual entre ambas. Sofí se muestra un poco abrumada, tiene la cara rígida. A ver, que Sofí no tuviese habilidades sociales creo que ya lo sabíamos todos, pero que tuviese que encontrarse con su joven amadrinada, sí que da mucho que pensar. -¡Hola…! -consigue apenas responder- ¿Cómo estás? Me alegro de que por fin hayamos podido conocernos -dice juntando manitas. Me mira de reo

Una extraña aparición

Cerrando los ojos… Silenciosa oscuridad… Vislumbrando tu ser, cara a cara, un espejo… Creo tener la respuesta… Negro, negro… La quietud, la esencia de la paz interna. Eterno momento, eterno todo… Voy a concentrarme un poco más, llegar al fondo de la cuestión, llegar al fondo de… ¡¡¡PLAS PLAS PLAS!!!   Abro los ojos ante semejantes palmazos, dados a centímetros de mí.  Sí… Así que es esto… Sofí está ante mí, con una sonrisa de oreja a oreja, los labios recién pintados de cereza oscuro. -¡Eeeehhhh! ¿Ya estabas haciendo terapia de psicólogo eh? ¡Y has vuelto a dar conmigo! No te puedes librar de mí, ¿eh? -Hola - me rasco la cabeza confundida.  -¡Eeehh, eeehhh! Vamos a dar un paseo, va. Comenzamos a andar entre bloques. -Eh, Sofí - pregunto, tras ella. - ¿Qué te pasó el otro día que estuviste sola? Se encoge de hombros, y mira de reojo sin dejar de andar.  -No sé, tu sabes que quitarme el traje no me sienta bien. -Ya, pero… -Simplemente, eso. - dirige su mirada hacia el cielo, sólo un poco

Navidad

¡Hola, hola! La autora de este blog está sufriendo un poquito, pero no temáis, no es nada grave ni desagradable… Ha sufrido un pequeño percance, sus gafas fueron arrojadas al suelo y le fue partido un cristal, no pudiendo recuperar sus prótesis oculares hasta la semana que viene… Pudiendo subsistir con unas simples lentillas como aliadas. No estaría tan mal la cosa, de no ser porque… Son, bueno, ocho dioptrías. Así que, sin ellas, sólo distingue colores y formas abstractas, pudiendo sobrevivir pero sin ver ninguna pantalla ni cara.  Igualmente, de todo se saca una bonita lección, o tal vez dos: 1) Ojos que no ven, corazón que no siente (el aislamiento visual propicia ser mejor oyente de podcasts). 2) No bailes tan alocadamente con tu prima pequeña si no tienes las patillas de las gafas bien aseguradas. Y pues pronto volveremos a vernos, esperemos que sea con los cinco sentidos completos y en su sitio.  ¡Feliz año! Marta de Alfaro