Bollitos de canela, fiebres y un hospital
-Respira… ¡Sofí, respira! ¡Tranquila! Ella tiene la mirada muerta, la cara rígida. Lo intenta, pero sólo consigue hiperventilar. Aquí estamos todas controlándola, pero no hay manera. Sé que algo no está yendo bien del todo, pero me alegro de que sea así. Va a tener que exteriorizar mucho. Siempre ha estado de los nervios, y lo mejor que le puede pasar es que le pase factura. Tendrá que calmar el temperamento, pero, ¿cómo? Sé que mientras yo no estaba, paseando sola por los barrios, tropezó y perdió el conocimiento. Yo no sé cómo. Esto fue poco después de nuestro almuerzo dominguero en el salón bosnio. Las niñas estaban medio dormidas, o al menos creo que dormían. Sólo las mayores atendemos a Sofí. El caso es que perdió el conocimiento y cayó al suelo. Algo la habría superado energéticamente. Sofí despertó entre fiebres altas y apenas podía balbucear. Esto me asustó mucho cuando me enteré. Bueno, o al menos, en parte. Digo cuando me enteré porque no fui yo la que la cuidó. Alguien la