El uniforme "casi" invisible.

Podríamos decir que no hay más ciego que el que no quiere ver pero, en este caso, no hay más ciego que el que ni tiene ojos, ni espíritu crítico, para observar la realidad que a uno le rodea.

En este nuevo siglo, publicidad y los propios movimientos de ingeniería social quieren hacernos sentir diferentes y únicos. Verdaderamente, esto no es así en muchos casos, como en el ámbito emocional. El ser Humano experimenta las mismas sensaciones, las mismas frustraciones, deseos, ansias y ganas de vivir.
El matiz de reacciones ya es otro abanico ante los estímulos que percibimos en el día a día.

Pero hoy quería tocar esta sensación que nos quieren hacer experimentar acerca de la ropa que llevamos.
¿Cuántas veces hemos escuchado a personas que critican el uso de uniformes en lugares como la educación? Y sin embargo, este tiene un fin que, tras experimentarlo en mi propia piel durante nueve años, apoyo fielmente: Homogeneizar al alumno para provocar la ausencia total de diferencias sociales, culturales, económicas e incluso personales. Es ya una opinión, pero en sitios donde existe la convivencia, la igualdad en el vestuario puede hacer sentir a las personas de forma inconsciente más unidas, pertenecientes al grupo en cuestión, ya sea en el ámbito académico o el laboral. Todos hemos venido a trabajar esta jornada, fieles a nuestras labores, a nuestro trabajo, a nuestros quehaceres, ya sea de forma individual o en equipo, pero compartiendo un espacio diario con el mismo colectivo. Para fomentar y desarrollar la tareas de cada uno, se necesitan un par de manos y la mente. ¡Olvida de dónde procedes, se humilde ante tus faenas, no estamos de recreo!
Es cierto que, como ya dije antes, es solo una opinión... ¡Una opinión a tener en cuenta!

Pero... ¡Oh! Tanto criticamos el llevar la misma ropa que luego no nos damos cuenta de que ya llevamos todos un uniforme. Y no, no es ninguna metáfora. El mundo entero, globalizado, lleva el uniforme de las grandes industrias textiles.

Hubo antes de esta, épocas donde las distinciones respecto al país de procedencia por las ropas que llevaras eran evidentes, identificables. Lamentablemente esto ya no es así. Cada vez hay más culturas en las que la diferencia es nula en los trapos que llevemos, sean por motivo colonial o imperio Inditex.
¡Qué no decir de las tendencias en moda! La cantante del año, pagada para hacer publicidad del producto, sea horrible o no (en su mayoría, feo con cojones y sin ningún gusto),  decide el uniforme y tú, junto a cien millones de personas más, te lo pones.
¿Y cuántas veces no has visto tu mismo top, tu misma falda del Bershka, en seiscientas mujeres por la calle?

No apoyo este uniforme global, porque no estamos en el ámbito laboral, ejerciendo compañerismo y entregados a nuestras obligaciones. Esto invade la vida personal, la que está más allá de la tediosa rutina del trabajo, alimentando a enormes sanguijuelas capitalistas, dejando atrás los trajes tradicionales de nuestra tierra, olvidando nuestra nación y perdiendo poco a poco nuestras identidades como sociedades étnicas.




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