Mi experiencia en una tienda búlgara.

Hará como cinco años que no escribo nada y me da igual, me han sucedido muchas cosas que me han tenido y me están teniendo entretenidilla.

Al fin, tras cuatro años ARDIENDO en deseos de visitar una instalación donde se vendan cosas que mantuvieran una mínima relación con Bulgaria, conseguí dar con una -lamentablemente fuera de Sevilla-.

Pero como para vosotros esto no parece tener nada de especial, voy a narraros con pleno sentimiento, por lo que, sin cambiar un solo ápice de mi historia, lo contaré por medio de un bonito relato.

Era una cálida tarde en la ciudad de Burgos. Alfarito, niña nerviosa y decidida a vivir nuevas aventuras, paseaba por esta ciudad por última vez en aquellos días de vacaciones, junto a sus queridos familiares.

Mas, esta vez, no era el caso de visitar el agraciado casco histórico del lugar -pa bonito el de Sevilla-, pues esto ya se había realizado en momentos anteriores. 

La chica decidió probar suerte, y encontrar por Maps algún establecimiento que vendiera alimentos búlgaros. Los planetas se alinearon, y en aquella ciudad donde el calor no era sofocante, halláronse nada más y nada menos que tres tiendas de este tipo.

Contenta, observó que una de ellas se encontraba a media hora a pie de su alojamiento, pues este se situaba a las afueras.

Aprovechando la gran hazaña que cometería nuestra protagonista, su familia y ella partieron rumbo a la ubicación tan ansiada, dando un hermoso y agradable paseo.

Tras un rodeo innecesario debido a un pequeño fallo en la orientación, nuestra amiga encuentra lo más ansiado.

Entra junto con su madre, y en aquel lugar solo había búlgaros parloteando y parloteando en un idioma al que nuestro oído poco o nada está acostumbrado.

Mientras Alfaro lee los cartones de las cajas de galletas, una de las búlgaras allí presentes -pues solo había de rango femenino- se dispuso a explicarle algo acerca de aquello que la niña -una española simplemente curiosa para la mujer- veía ante sus ojos.

Pero, ¡oh, sorpresa! Alfaro le contesta atrevida y con naturalidad con un puñadito de frases fluidas en la lengua de esta chica, el búlgaro.

La mujer queda sumamente impactada, y comienza a preguntarle a la niña el motivo de su habilidad para el idioma, con una pronunciación estupenda. Llama a otra señora que allí había, y se acerca a la conversación. Esta se trataba de su madre.

Por otra parte, la madre de Alfaro se limitaba a sonreír, poco sorprendida, pues se veía en aquella situación desde que se mencionó la excursión.

A los pocos minutos de la conversación, en búlgaro, otra señora que atendía en el mostrador también se acerca, y ríe a carcajadas cuando Alfaro pronuncia "orden y entrega" -s poruchkata y dostavkata, en el idioma búlgaro-.

Por un lado, decían "¡oh, me enamoras, qué feliz me haces!"; por otro, "¡si vivieras aquí, en Burgos, te llevaría a todas las fiestas búlgaras que hacemos!", y frases tales como : "¡Eh, tenemos que ir buscándole un búlgaro, yo tengo dos chicos de tu edad que te van a encantar!".

Cuando parecía que la dueña del lugar decidió tomar un descanso, las búlgaras ofrecieron a Alfarito y a su mamá invitarlas a tomar un café o aquello que ellas pidiesen, pues se encariñaron tanto con la pequeña búlgaro-parlante que no querían dejarla ir.

Pero el papá de la protagonista esperaba un tanto cansado desde hacía ya un largo rato, por lo que la despedida tuvo que hacerse mucho antes de lo deseado.

Las búlgaras se despidieron muy felices, diciéndole a la chica que volviera, que era un placer conocerla. De hecho, se llegó hasta el punto de chocar los cinco y algún que otro abrazo.

De este día, tengo como recuerdo un dulce de hojaldres cubiertos con chocolate y cacahuetes, producto de la costa del Mar Negro.

Fue un auténtico placer, ¡sin duda!




Comentarios

  1. Sin duda un relato de lo mas curioso aunque poco sorprendente teniendo en cuenta tu historial. El ejemplo claro de que las lenguas son muy importantes.

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  2. Y que lo digas, Ignacio, el conocimiento de una lengua es la mejor forma para contactar y conocer un pueblo concreto. ¡Un saludo!

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