Las clavijas (el miedo a)
Queridos, retorno a mi plataforma con el fin de curar el mal de amores que sufrís, amigos de cuerda frotada, con la afinación en la zona superior de vuestro instrumento.
Es decir, las clavijas.
Tras numerosos años siendo afinados inicialmente por vuestro tutor y usar tensores para cada cuerda, ha llegado el momento de dar un siguiente paso, de explorar lo desconocido y conocer lo inexplorado.
Un músico de nuestra familia no madura cuando cumple los dieciocho, ni al conseguir un trabajo.
A excepción de los contrabajistas, quienes nacieron con esta suerte -si puede ser denominada así-, los instrumentistas de arco, quienes respiran armonía de dobles cuerdas a través de unas efes elegantes, no simplemente temen al método de afinación de las clavijas, sino que no las sienten como parte de su instrumento, sólo como un adorno, debido al poco uso que se les da, por lo que...
¿Olvidan su utilidad?
El gran temor de colocar los dedos sobre una de ellas, temiendo perder el control sobre la cuerda seleccionada, que salte y divida en dos la carne de nuestra faz, que cruja la madera y cobre vida, que la voluta caiga al suelo como una bola de billar...
¡Pero qué descabellada eres! Claro, por eso.
Si la cuerda salta y tampoco sabes poner una cuerda, esperas al día de clase, y que el tutor solucione tu problema. O, si no, no haber tocado la clavija.
¡AH, círculo vicioso! Y así estamos.
Bien, cuando uno aprende a manejarlas, se puede apreciar cierta similitud con mantener sexo con la pareja de un individuo en cuestión. Tras ser explorada, no hay ningún rincón que no conozcamos de la superficie de nuestro amor. En cuanto al alma, ya es mucho más difícil, y en un instrumento nos sucede lo mismo.
Puestos a temer, a respetar algo, que sea tu relación con el sonido que produce el cuerpo musical.
Todo esto me sucedía hasta hace unos meses, desde que comencé mis estudios en la música.
¿Que qué hice yo para perderle el miedo a las cuatro erinias?
Enfrentarme a ellas, no me quedaba más remedio.
En mi proceso de cambio de viola, tuve que probar y por lo tanto afinar muchas, que no eran mías. Rara vez tenían estas más de dos tensores, y es muy desagradable tocar con una pésima armonía, si es considerada como tal, que el arte es libre...
Si buscáis una explicación técnica, os vais a una página escueta que os lo muestre paso a paso. Yo solo educo y doy a conocer mis ideas a través de las sensaciones.
¡Buena suerte!
Es decir, las clavijas.
Tras numerosos años siendo afinados inicialmente por vuestro tutor y usar tensores para cada cuerda, ha llegado el momento de dar un siguiente paso, de explorar lo desconocido y conocer lo inexplorado.
Un músico de nuestra familia no madura cuando cumple los dieciocho, ni al conseguir un trabajo.
A excepción de los contrabajistas, quienes nacieron con esta suerte -si puede ser denominada así-, los instrumentistas de arco, quienes respiran armonía de dobles cuerdas a través de unas efes elegantes, no simplemente temen al método de afinación de las clavijas, sino que no las sienten como parte de su instrumento, sólo como un adorno, debido al poco uso que se les da, por lo que...
¿Olvidan su utilidad?
El gran temor de colocar los dedos sobre una de ellas, temiendo perder el control sobre la cuerda seleccionada, que salte y divida en dos la carne de nuestra faz, que cruja la madera y cobre vida, que la voluta caiga al suelo como una bola de billar...
¡Pero qué descabellada eres! Claro, por eso.
Si la cuerda salta y tampoco sabes poner una cuerda, esperas al día de clase, y que el tutor solucione tu problema. O, si no, no haber tocado la clavija.
¡AH, círculo vicioso! Y así estamos.
Bien, cuando uno aprende a manejarlas, se puede apreciar cierta similitud con mantener sexo con la pareja de un individuo en cuestión. Tras ser explorada, no hay ningún rincón que no conozcamos de la superficie de nuestro amor. En cuanto al alma, ya es mucho más difícil, y en un instrumento nos sucede lo mismo.
Puestos a temer, a respetar algo, que sea tu relación con el sonido que produce el cuerpo musical.
Todo esto me sucedía hasta hace unos meses, desde que comencé mis estudios en la música.
¿Que qué hice yo para perderle el miedo a las cuatro erinias?
Enfrentarme a ellas, no me quedaba más remedio.
En mi proceso de cambio de viola, tuve que probar y por lo tanto afinar muchas, que no eran mías. Rara vez tenían estas más de dos tensores, y es muy desagradable tocar con una pésima armonía, si es considerada como tal, que el arte es libre...
Si buscáis una explicación técnica, os vais a una página escueta que os lo muestre paso a paso. Yo solo educo y doy a conocer mis ideas a través de las sensaciones.
¡Buena suerte!
Comentarios
Publicar un comentario
Toda duda, opinión o aportación será bienvenida.