Los ojos no engañan
-Eran los mismos ojos-. Peričina parecía que no iba a volver pronto, pero eso era bastante imprevisible. Hoy es un día de esos que ha aparecido, ha venido a saludarnos. Estamos en una taberna, con algo de ambiente pub, las mesas son de madera, y ella, ya borracha, con el mentón pegado a la mesa. Hacía aspavientos y se movía patosamente, pero ya sabéis como es Peričina, y si no lo sabéis os lo vuelvo a explicar: Ataviada de ropajes serbios, de carácter temperamental, alegre, jovial, intenso, amante de la música, bailarina, bebedora, fumadora y con dotes sociales. Ah, sí, y algo agresiva. -Eran los mismos ojos. -¿Qué ojos? -preguntamos las otras tres. -Los mismos ojos… -entrecierra los suyos, y comienza a aspavear los brazos, teatralmente, por los efectos del alcohol- La tuve en el bar, enfrente… Yo la miraba… Podía reconocer esa mirada, yo la he visto en otras partes… -¿Y qué hacías tú en el bar con Niña Grande?- pregunto. Sofí finge no estar especialmente interesada, pero